3. Debe caerle bien a mi familia

20K 2.5K 3.2K
                                    


Cuando creo, con alivio, que las chicas del baño hablaban de otro Noah, sucede lo inevitable: lo veo.

El día escolar ha llegado a su fin sin mayores inconvenientes y es hora de regresar a casa. Desde la cima de las escalinatas que conducen al exterior, observo la silueta del muchacho. Escucha música y mueve la cabeza un poco al ritmo de la melodía. Tiene la mirada puesta en su teléfono, distraído. Sigue vestido igual que en la mañana, pero ahora lleva un morral gris que cuelga de su hombro derecho.

Un grupo de niñas del secundario lo observa con indiscreción desde el aparcamiento. Hablan en voz baja y sonríen, cada tanto incluso señalan; no son más obvias solo porque no han traído consigo un cartel de neón que diga "te estamos observando, chico lindo".

¿Así que realmente es un alumno en mi escuela? Me pregunto cómo supo entonces sobre el deseo que hice anoche, cómo obtuvo mi dirección y demás. Porque claramente es imposible que haya aparecido por arte de magia gracias a una estrella fugaz. ¿No?

Me muerdo el labio interior y avanzo con sigilo por las escalinatas. Si tengo suerte, no me verá ni me oirá. Sería humillante que él armara una escena frente a la puerta del colegio con su bromita del novio perfecto. ¡Espero que no vuelva a tontear con ese chiste! Ya me imagino que, si lo hiciera, mañana todos estarían hablando sobre nosotros por los pasillos, y no me agrada que la gente hable sobre mí.

Respiro hondo.

Solo debo atravesar la acera frontal y alcanzar el aparcamiento. Desde allí, puedo ocultarme entre los coches estacionados hasta llegar a donde se detiene el bus escolar, frente a la carretera. Tengo casi veinte minutos para alcanzarlo antes de que se ponga en marcha.

Intento camuflarme con la multitud que abandona la escuela a esta hora. Por fortuna, no llamo mucho la atención. Mi cabello oscuro y mi ropa en tonos opacos se pierde con facilidad entre el montón. Siempre he preferido los estilos sobrios y sencillos, creo que no tendría el valor para colocarme atuendos de esos que hacen que los demás se volteen a verte. Me incomodaría, tengo pánico escénico y odio que los desconocidos se giren en mi dirección, en especial si Sebastián no está a mi lado para distraerlos con su extrovertida personalidad.

—¡Amelie!

Oigo mi nombre y me congelo. No puedo caminar más, es como si me hubieran hechizado, aunque sé que se trata solo de mis propios nervios. He reconocido la voz de inmediato, es melodiosa y dulce, masculina y seductora. Maldita sea, ¿por qué incluso ese detalle se ajusta a mis preferencias? No recuerdo haberlo especificado.

Siento un escalofrío que recorre mi espalda y noto que varios alumnos han dejado de hablar a mi alrededor. Sé que me observan, aunque yo tenga la vista clavada en el suelo. Me imagino al grupo de chicas arqueando sus cejas en mi dirección, a otros muchachos reparando por primera vez en quién soy.

¡Ay, no! ¡Ay, no!

Tomo una bocanada de aire y lo suelto con lentitud. Luego, trago saliva.

—¡Te estaba esperando! —añade Noah, se aproxima a mí con prisa.

No respondo.

—Disculpa que hoy no he entrado a las clases. Tuve que hablar con el director para que me anotara en los cursos que debo tomar. Como he llegado a Brunswick hace poco, el papeleo no se hizo a tiempo. —De repente, toma mi mano con naturalidad—. Te prometo que, a partir de mañana, seremos compañeros en todas las materias.

¿¡Qué demonios!? ¿En todas? Estoy convencida de que pedí un novio que no fuera asfixiante... pero sí quise que pasara mucho tiempo conmigo, ¿me he contradicho a mí misma? Tal vez.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora