CAPÍTULO LXIV

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— Oh, solamente quería

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— Oh, solamente quería... conectarme con el bosque.

Todos están vestidos con atuendos impecables, al parecer listos para salir y dejarme sola en este lugar. Siendo sincera, no me molestaría en lo absoluto. El dragón dorado lleva un traje canela, y de él, sobresale un reloj de mano hasta brillar bajo un pequeño hilo de luz. Mamá se encuentra con un vestido sutil de color pálido, junto a un sombrero llamativo en su cabeza; y Thomas, por último, las mismas prendas que la primera noche que nos conocimos.

De repente John se levanta de la silla y va directo a la puerta. Antes de salir, me mira con desprecio y suelta una oración que me hace hervir.

— Vaya a cambiarse, Evania. Veamos si conecta con la civilización algún día — comenta con superioridad y revoleo los ojos.

Aún no puedo creer que mi madre lo haya perdonado, teniendo en cuenta sus acciones y palabras ordinarias. Nunca conocí a una persona tan irritante en todo sentido y con un alma tan... ni siquiera puedo describirla correctamente. ¿Por qué es así con nosotras? ¿Por qué nos separa de lo que más amamos en el mundo? ¿Y por qué arruina a su propio heredero?

Lo único que desea un niño es el amor de sus padres, sentir el calor de un abrazo durante el día o un beso de buenas noches en la oscuridad, que los protejan de los monstruos existentes y buscar formas en las nubes con ellos.

¿Por qué algunos son incapaces de hacerlos felices? ¿Por qué esperan a que sus hijos lloren por las noches para brindarles una sonrisa de aprecio?

Mi mente quiere estallar. 

— Vamos Vania, ve a cambiarte ese vestido — dice mi madre con serenidad.

Mi mente va a estallar.

— ¿Acaso no tiene compasión por nuestros corazones debilitados? ¿Siquiera por el de su hijo? — cuestiono con total indignación, y unas lágrimas de exasperación desean conocer la libertad.

Todos quedan absortos, con los ojos más grandes y labios quebrantados debido al nerviosismo que la situación les provoca. Ni un insecto vuela por los aires, y temo haber estallado con demasiada fuerza.

Al parecer mi felicidad se desvaneció en simples segundos.

John no quita sus ojos de mí y con una media sonrisa, dice:

— No se preocupe, seguramente va a saltar de entusiasmo debido a mi partida.

Y quedo completamente congelada.

— ¿Disculpe? — pregunto, pero esta vez en un tono suave y entrecortado.

Thomas se para a mi lado y me brinda una sonrisa para tranquilizarme. Mamá, por otro lado, apoya su mano en mi hombro mientras me explica lo que decidieron con palabras amables... y no comprendo lo que sucede, hasta que noto cómo John comienza a alejarse de la casa... poco a poco, con el sol detrás iluminando este momento; como si todo fuera parte de un angustioso cuento.

Evania: Un rincón del paraíso ©Där berättelser lever. Upptäck nu