CAPÍTULO XVI

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Me encanta descubrir cosas del mundo que antes eran invisibles ante mis ojos

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Me encanta descubrir cosas del mundo que antes eran invisibles ante mis ojos. Y más cuando en el camino tengo que hacer un viaje extremadamente largo, donde puedo concentrarme en la belleza de lo que tengo a simple vista.

El tren se detiene por última vez, y puedo sentir que mi realidad ya no es la misma... y que el ambiente tampoco, ni las personas. Bienvenida, Evania, a Blarhel.

Los pasos se tornan enormes a medida que llego a la salida del ferrocarril, y una sensación de satisfacción me invade.

De pronto, unos colores opacos pero llamativos me sorprenden al verlos personalmente, y a la distancia, puedo distinguir una ciudad repleta de originalidad y estructuras modernas que mi imaginación nunca podría haber visualizado.

— Llegamos — dice John al mismo tiempo que mira al horizonte.

Llegamos.

Caminamos sobre un sendero ceniza por unos minutos, hasta que la ciudad se transforma mágicamente frente a nuestros ojos, y los pigmentos vino, bronce y ocre cobran vida sobre los enormes edificios, derritiéndose unos con otros y formando parte de la misma sinfonía.

Las construcciones son modernas y delicadas, similares a las personas que caminan por aquí.

Todos nos encontramos helados bajo los encantos de Blarhel. Sin embargo, mi madre no aparta su vista de la muchedumbre: tan elegantes y diferentes a nosotros, con sus trajes de alta costura y movimientos corporales refinados.
Sin dudas, muy diferentes a los opulentos que conocemos de donde venimos.

— ¡Miren eso! — exclama Thomas eufórico y corre con prisa hacia una vidriera que ofrece cientos de trenes de juguete.

Todos lo acompañamos, ignorando los gestos de desaprobación que existen alrededor.

— Nunca vi de tantos colores.

John admira a su hijo que emocionado, no despega sus manos del ventanal, y mantiene una actitud serena.

— Sabes que no me parece bien pagar tanto por un simple juguete.

Lo miro. Y luego me fijo en Tommy. No hay un alma desilusionada ni una pizca de amargura en ese pequeño, seguramente su padre ya lo ha criado con esas actitudes, y me parece perfecto para no crear conflictos innecesarios. O eso creo.

Acto seguido, escucho un relincho y como reacción inmediata, doy una vuelta para después toparme con un ser prodigioso. Un cuello largo y cuerpo voluminoso, junto a una cola tupida y digna de un animal de fantasía.

— Hola amiguito... — digo con la voz un poco aguda mientras me acerco lentamente al caballo — ¿Me escuchas? Bueno, supongo que sí, mira esas orejas tan espléndidas, ¿es posible que todo de ti sea hermoso?

sólo puedo ver luz en seres ajenos a nuestra propia especie.

Acaricio su crin y parece agradarle, ya que no hace movimientos bruscos como respuesta a una disconformidad.

— Evania, ten cuidado — ordena mi madre sin acercarse demasiado — Sal de ahí, por favor.

Empero, continúo hipnotizada con el caballo marrón. Y todos caminan hacia mí de a poco, hasta que oigo una voz masculina detrás de mi presencia.

— Disculpe — dice y doy un pequeño salto debido a la sorpresa que me causa — Este es mi caballo, niña.

Un hombre con una cara delgada y ojos tan despiertos como el mismísimo amanecer, tiene la piel rosada, y la sombra que brindan los edificios logran resaltar aún más su palidez. Me observa con los ojos profundos y mi madre apoya su mano en mi hombro.

— Lo sentimos señor, es que a mi hija le fascinan los animales y parece que no puede resistirse — explica y al final de la frase, me observa fijamente como una forma de exclamar: te advertí.

El señor se muestra desconcertado, analiza a cada miembro de la familia para terminar con la mirada en mi madre, y como resultado, sonríe amablemente. Segundos después, una mujer y una niña pequeña entran en escena, y las dos presentan la misma elegancia.

El hombre explica lo que sucede a su mujer, mientras que mi cuerpo lucha con mantenerse parado en un mismo lugar, al mismo tiempo que los nervios me consumen.

— No hay problema, si quiere puede acariciarlo un rato más — establece la señora y todos lucen sus mejores expresiones de contento.

Pasan los minutos y entre charla y charla, mis padres se sienten a gusto con la pareja, tanto que parecen amigos de toda la vida. Y pienso, ¿no serán conocidos de otras vidas? Porque una conexión tan grande entre desconocidos no creo que sea posible. O tal vez estoy exagerando la situación, y el mundo de los adultos siempre es de esa forma.

Por otro lado, con Thomas y la hija de la bella pareja, nos tomamos el tiempo de descubrir los secretos del caballo y admirarlo como si fuera lo más extraordinario que pudiera existir.

— ¿En serio no tiene nombre? — cuestiono, y la pequeña niega con su cabeza.

El desconocido me mira y alza una ceja.

— Deberíamos pensar en uno, ¿verdad?

Asiento rápidamente con la cabeza.

— Es una pena tener que decir esto — murmura John en medio de la conversación — Pero ya debemos irnos, el día está pasando muy rápido y quedan muchas cosas por hacer.

— No se preocupe, fue un gusto conocerlos — responde la mujer de trapos delicados, y todos muestran sus amables sonrisas.

No puede ser.

Trato de encontrar los ojos de mi madre y cuando se conectan, sé perfectamente que comprendió mi anhelo.

— ¿Qué tal si tomamos un poco de té, antes de irnos?

Todos están de acuerdo, con sonrisas genuinas en ellos. Menos en John, ya que tiene plasmada la misma sonrisa de aquella noche... donde nos conocimos.

Fingir, fingir, fingir.

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Evania: Un rincón del paraíso ©Where stories live. Discover now