CAPÍTULO XXVI

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— ¿Acaso no escucha? — grita John con la voz arisca

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— ¿Acaso no escucha? — grita John con la voz arisca.

Y toco mi pelo exageradamente para calmar las emociones que recorren mi cuerpo. ¡Increíble! Parece que el príncipe quiere convertirse en rey lo más rápido posible.

— No comprendo por qué no nos deja ir — respondo mientras cierro mis ojos por la confusión, y el fuego que sube desde mis pies hasta la cabeza.

El día está nublado, pero juraría que el sol duplicó su tamaño y el hogar está en llamas en este momento.

— Porque soy el hombre de la casa y aquí se hace lo que yo ordeno — termina la frase con un golpe agresivo en la mesa, y mi madre no se percata de las frases falócratas que expulsan sus labios.

Le brindo una mirada expresiva para que reaccione frente a las actitudes de su pareja, sin embargo, mi madre es una persona tan pacífica que dudo que se entrometa.

— Sabe que a mí no me interesa lo que exprese la sociedad — replico con fuerza — No voy a creer ese tonto cuento.

John suelta una carcajada y observa a Thomas, que durante todo este tiempo se mantuvo cabizbajo.

— ¡Cree en los cuentos de hadas y no en la realidad!

¡¿Qué acaba de decir?!

— Por favor, John — insiste mi madre luego de su eterno silencio — No estás en condiciones de hablar.

Y tiene razón, suponiendo que bebió demasiado alcohol en tan pocas horas. Su aliento es similar al de un enorme dragón dorado, de esos que logran cambiar de apariencia si es que lo desean.

¿Y si en realidad, John es un dragón dorado que se hace pasar por un príncipe? ¿Y si todo este tiempo fuimos engañadas por nuestros corazones?

— ¡Estoy en condiciones de decir lo que quiera!

Oh, claro...

— Pero eso no significa que lo obedezca — digo y tomo mi abrigo ciruela.

De pronto, una energía arrolladora me toma del brazo y sólo puedo sentir un dolor inimaginable debido a la fuerza que ejerce sobre mi piel. Logra darme vuelta, para que nuestros ojos se conecten, y sólo puedo presenciar dos órbitas llenas de furia.

Mi madre se acerca velozmente y aparta las manos de John de mi brazo.

— ¡¿Qué pasa por tu cabeza?!

El hombre vestido de denuedo pone sus ojos sobre el pequeño que se encuentra sorprendido en la mesa, y esa simple acción, logra calmar a la bestia que lo estaba controlando.

Vuelve a encontrar sus ojos con los míos, y luego desvía su mirada a mi brazo. Parece una persona completamente diferente. Suspira, lanzando la angustia que lo carcome, y cruza la puerta con la cabeza apuntando hacia abajo.

— ¿A dónde va? — cuestiono con el brazo extendido, ya que mi madre trata de observar la rojez con mayor claridad. Nadie responde, pero puedo ver cómo sus pies se dirigen al bosque.

"Ojalá los árboles hagan su magia" pienso con una luz de esperanza en el fondo. 

De pronto, Thomas se levanta de la silla para estar a mi lado, y analiza el brazo con mi madre.

— ¿Te duele?

Exhalo dramáticamente.

— Nada duele más que una ilusión destruida — respondo con un tono novelesco y Thomas pone los ojos en blanco, como siempre.

— Se va a ir en unos minutos — informa el joven — Tal vez se forma un moretón, pero no va a doler mucho.

Mi madre lo analiza profundamente, y toda su atención se dirige a él.

— ¿Y tú cómo sabes eso?

Thomas traga un poco de saliva pero no se atreve a responder la pregunta, y hacemos de cuenta que mi madre nunca preguntó nada. Y todo sigue normal.

Ya no se puede ver a John a través de la ventana, pero me preguntó qué pensamientos invaden su mente en estos momentos, o si nada pasa por su cabeza y sus lágrimas retenidas caen en el lago del bosque.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar en esa exclamación insensible por parte de él: "Cree en cuentos de hadas y no en la realidad". Primero, su realidad nunca va a ser idéntica a la mía; segundo, ¿es algo absurdo imaginar algo ajeno a nuestras vivencias? ¿El querer escapar de este lugar por un instante?

Tantas aventuras y misterios se esconden detrás de nuestra imaginación... qué pena que algunos pongan resistencia a un sentimiento tan vivo y magnífico.

— Voy a buscar a tu padre — le dice mi madre a Thomas, y éste asiente con un toque de preocupación — Quédense aquí.

Por más ebrio que se encuentre, sé que el bosque lo está protegiendo, porque la naturaleza nunca te deja solo... o al menos eso me demostró en mis diecisiete años.
Tantas cosas pasaron y siempre estuvo para abrazarme, ¿por qué existen personas capaz de lastimarla?

La humanidad logra sorprenderme con su mente tallada de egoísmo.

La humanidad logra sorprenderme con su mente tallada de egoísmo

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Evania: Un rincón del paraíso ©Where stories live. Discover now