CAPÍTULO XIII

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Y otro año más, Cloeville reluce espléndidamente ante nuestros ojos, y somos bendecidos por una explosión de colores que estallan en cada espacio apagado del lugar

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Y otro año más, Cloeville reluce espléndidamente ante nuestros ojos, y somos bendecidos por una explosión de colores que estallan en cada espacio apagado del lugar. Abundan las flores rosadas y azules, junto a un característico aroma que transporta el viento como si fuera un tren de carga.

Hay años donde los colores son más pintorescos, otros donde te llegan al alma y luego están los años donde la humanidad decora su egoísmo con ellos. O al menos eso intentan.

La primavera: tan romántica y encantadora. En otras palabras, mi estación favorita del año, donde toda belleza resalta aún más.

En un día como hoy, con Don Labrot estaríamos adornando cada esquina de la tienda con flores hermosas para el ojo humano, tan irresistibles que cualquiera pasaría a adorarlas. Y a comprar algo, por supuesto. Estrategia lo llama él.

— ¡Evania! — exclama John repentinamente, y con toda la potencia de su garganta para que yo pueda escucharlo.

Estoy en mi habitación, príncipe, no en el medio del bosque.

— ¿Qué ocurre? — cuestiono antes de llegar a la cocina, pues una pregunta siempre debe salir de mi boca antes de ver el rostro de la persona.

Dos pasos más y veo a John con una sonrisa enorme, al igual que mi madre. Thomas no está por ningún lado, pero dejo volar ese pensamiento para concentrarme en el misterio detrás de esos ojos que no paran de observarme.

John hace un gesto con la mano, diciendo que me acerque un poco más.

— Tengo una sorpresa para usted.

Abro bien los ojos.

— No emitas ni una palabra apenas lo veas — agrega mi madre — Espera a que Johnny te explique todo.

Físicamente me mantengo neutral, pero por dentro todas mis emociones están a punto de explotar. ¿Una sorpresa? Por mi cabeza pasan miles de ideas y posibilidades, cada una más fascinante que la anterior, pero debo admitir que ninguna es lo suficientemente realista como para materializarse en unos simples minutos.

Los enigmas pueden ser muy fastidiosos cuando de mi perspectiva se trata.

— Cierre los ojos.

¡Mi corazón quiere saltar de inquietud!

— Ábrelos — dice mamá con la voz cantarina.

Abro los ojos. Y frente a mí, se encuentra John con unos pinceles y pinturas de diferentes colores. También tiene sobre su cabeza una especie de boina, y el momento es acompañado por risas de la pareja.

— A partir de hoy comienza la primavera — explica el príncipe — Y me preguntaba si quería retomar una de sus costumbres... conmigo.

Quedo inmóvil, sin saber qué responder exactamente, mientras cuatro ojos me miran sin parpadear ni un solo momento.

¿Cómo debería reaccionar en una situación así?

Sin pensarlo, me traslado a los días dulces de años atrás: cuando tenía 8 años de edad. Y siento el calor de los rayos del sol sobre mi piel, al igual que el aire inundado de una fragancia propia de aquellos tiempos.
Y vuelve a mí esa sonrisa nevada, cargada de frescura y pétalos limonados de felicidad.

— Vania, ¿no vas a decir nada? — pregunta mi madre y bajo de las nubes para caer torpemente sobre la tierra.

— No — respondo — Lo siento...

Los dos se mantienen desorientados.

Recuerdo las manos salpicadas con pintura violeta, y el pincel algo estropeado por los años siendo guiado sobre el papel.
Tal recuerdo me hace estremecer y pienso en la obra de arte que contemplé a tan temprana edad, pero no era consciente de ella. Ni siquiera podía sentir ni la mitad de sentimientos que recorren por mi cuerpo en este momento, ni los pensamientos extraordinarios que entiendo ahora y podrían haberse escapado de mi boca.

— No puedo, lo siento — repito bajando la voz en cada palabra.

— ¿Por qué no? Podemos ir a pintar afuera, con Helena, Tommy...

El hombre no termina su frase y yo concentro mi mirada a un costado, para lograr enfocarme en el presente y parar las imágenes que vienen a mi mente.

¿Por qué me invade el sentimiento de tristeza, cuando ya pasaron años desde su ausencia?

— Hija, está bien si no quieres, tal vez no estás preparada; pero piénsalo, haz un esfuerzo.

Le devuelvo la mirada a mi madre y luego a John, que parece devastado con solo mirar los movimientos de sus manos. ¿Y quién no lo estaría al ver cómo la sorpresa se convierte en un sufrimiento no resuelto?

— Tal vez podamos hacerlo la semana que viene — murmuro con una sonrisa, tratando de convencerme a mí misma — De igual forma, gracias por este detalle.

Seguidamente, me acerco a la mesa donde están sentados y los envuelvo en un abrazo para aliviar la tensión de sus almas. Y la mía también.

Tal vez no es el momento de volver al pasado. Es momento de disfrutar el presente, como siempre digo en mi cabeza, pero los sentimientos estancados no me dejan trasladarme a algo más hermoso. O tal vez, solo es un mal día, porque todos tenemos un mal día... ¿verdad?

 ¿verdad?

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Evania: Un rincón del paraíso ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن