46. In Nomine Satanas

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Me senté, derrumbada, a fumar, mientras me reponía del shock.
- Madre mía...- No me salían las palabras.
- vamos, fierecilla, a fin de cuentas, sólo se ha revelado algo que se sabía: Eres fuerte, más de lo que parece, más sabia que mi hija, y no te tiembla el pulso a la hora de defender el reino, hoy has estado espectacular, has organizado a todos, a la perfección, y has acabado ni más ni menos que con Dimitrescu.

- Bueno...no estaría tan orgullosa...-Dije mirando a mi alrededor.
- ¿Por qué dices eso, pequeña? - La reina se acercó a mí.
- Mira cómo está todo...media ciudad quemada, y todos los muertos... ¡Todo por mi culpa! - Dije con un enfado evidente.

- No, querida, no ha sido culpa tuya, ha sido culpa de Dimitrescu. Sólo cumpliste con tu juramento.

-Menudo juramento de mierda manchado de sangre...- Murmuré.
- Evelyn, basta. No debes dudar de ti. Lo hiciste bien- Añadió Lilith.

- No quiero...hablar con nadie, majestad. No quiero...- Las lágrimas me salían.
Una voz me sacó de mis pensamientos.
- ¡¡Mamá!!
Era Charlie, que llegaba corriendo a abrazar a sus padres.
- ¡Charlie, cariño! - Se fundieron en un abrazo mutuo.
- ¿Estáis bien? ¡He oído las campanas!
- Si, manzanita, todo gracias a vosotros.
Yo seguía fumando, en silencio.
- ¡Evelyn! ¡Estuviste fantástica! ¡Sin tu ayuda...! ¡Espera que te cure!

- ¡Quítate de mí! - La alejé con un grito. Se espantó, echándose hacia atrás.
- ¿Qué te pasa? - Dijo asustada. Trató de curarme de nuevo.
- ¡Que no me toques te digo! - Me zafé con un movimiento de brazo, sacándomela de encima. Me levanté.

- Fierecilla, esos no son modales- Me corrigió el rey.
- ¡Dejadme en paz todos!
Me retiré, toda enfadada, conmigo misma, porque sentía que todo el caos, la destrucción y la muerte, fueron provocados por mí, por haberme encarado con Lady Dimitrescu aquella noche.
Me transporté, a mi casa, donde me duché.
Al caerme el agua caliente, curándome las heridas, me escocían barbaridad, pero debía cerrarlas, las de la cabeza cerrarían solas, pero el hombro, me preocupaba. Tenía que cerrarlas, me senté en el salón, fumando. Y noté una presencia.
Era él. Mierda.
-Querida mía, has estado fabulosa. No podría estar más contenta contigo, como maestro, me llena de orgullo ver cómo has podido coordinarnos a todos.
- Maestro Alastor, no tengo ganas de hablar con nadie- Dije bebiendo un trago.
- Esa no es la cuestión, querida, algo te turba, y tus heridas sangran. Ven que te cure.

- Alastor...no, tengo ganas.
- Silencio, Evelyn, no puedes ir así, sabes perfectamente que debo cerrarte eso, deja que te cosa.

- Está bien.
Hizo aparecer el botiquín, y empezó a coserme.
- Es la segunda vez que te hago esto, ¿Eh?
- No me lo recuerde, ¿Vale?
Alastor seguía cosiendo, con la mirada puesta en mi hombro.
-Algo debe de turbarte mucho, para no hablar, Evelyn, debes afrontar los hechos, no evadirlos.

- No puedo más, maestro Alastor- Suspiré cansada.
- Evelyn, nací en un hogar roto como tú, y crecí durante la gran depresión. Sé lo que sientes, mejor que nadie. Pero no dejes que haga mella en tu espíritu, cariño.

- Es muy fácil decirlo. Bueno, por suerte fue todo medianamente bien, aunque será duro reconstruirlo todo.

- Son solo edificios, cariño. Sólo eso.

- Si, lo importante somos nosotros, ¡Ay! - me dolió.
- Vamos, no te quejes, has pasado cosas peores.
- Sin duda, maestro. ¿Qué hará ahora?
- Pues debo vigilar el hotel, Charlie, y Scarled andan curando a los heridos. Hemos convertido el hotel en una zona de emergencias.

- Ah, me parece bien...ay...

- Tranquila, Evelyn, ya termino. Hiciste un trabajo magnífico con mis hijos, sin duda. Gracias, Evelyn.

El Maestro.Where stories live. Discover now