Lazos de Sangre

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Respiré hondo, me puse el sombrero, y me levanté de las escaleras.

-La decisión no es mía. Es de ella también. No puedo tomar una decisión así, sin su opinión. Además, ya se han tomado demasiadas decisiones sobre ella sin consultarla. Seamos justos con ella, aunque sea por una vez.

Me acomodé la chaqueta, me guardé el frasco con la píldora.

-Bien, Barón, me parece justo. Si hay alguien, capaz de sobrellevar todo eso, será Evelyn. Bueno, caballeros, debo irme, mi señora me reclama.

-A sus órdenes, majestad.

Lucifer desapareció, y me dirigía, a salir por la puerta, cuando Alastor me llamó.

- ¡Espera, Seviathán!

Lo esperé, con cansancio.

- ¿Qué quieres, Alastor?

-Sé que no he sido el correcto con Evelyn, pero sigue significando mucho para mí. Por favor, no te separes de ella, puede marcar la diferencia. Yo le enseñé lo que estaba en mi mano, pero ahora ella debe seguir sola.

-Gracias por el consejo, demonio radio. Cuida de la princesa, ¿Quieres? Haz que la respeten.

-Eso hago- Dijo con su eterna sonrisa macabra, y desapareció. Llegó Sombra, maullando. La tomé en brazos.

- ¿Qué tal, pequeña?

LA gatita se acomodaba en mi regazo, ronroneando.

-Sé que me quieres, pequeña, eres una bandida, Jejeje, al igual que tu dueña. Que, por cierto, tengo que hablar con ella.

Dejé al animalito en el suelo, me transporté a mi oficina, y allí me puse a arreglar unos cuantos papeles, en el infierno, aunque no lo parezca siempre hay que mirar de todo, es un mundo ajetreado como el que más.

-Estos V's lo dejaron todo patas arriba, todo es territorio de traficantes y proxenetas, no puedo evitar que haya desorden, ¿Pero esto? Madre mía.

Esto necesitaba un poco de orden. Los periódicos hablaban de todo lo acontecido ayer, me llamaron a la puerta.

-Adelante- Dije sin dejar de mirar los papeles, tiraron unos cuantos sobre mi escritorio.

- Parece que tu entrada triunfal no pasa desapercibida.

Evelyn se sentó sobre el escritorio, y se encendió el puro.

-Bueno, señor Seviathán. ¿Qué tiene pensado hacer, ¿eh?

-Evelyn, Qué bueno que hayas venido, yo...

- ¿Sí?

Me quedé pensativo, era pronto aún para hablar nada.

-Estaba pensando, en trajes, sabes, para la boda.

- Oh, eso, pues no me molesta ahora, es pronto sabes.

- Será mejor que te sientes, porque tenemos que hablar, enserio.

Ella me miró extrañada, pero accedió, se sentó en la otra silla que había, y se recostó, cruzando las piernas.

-Bien, he estado hablando con el rey, y con Alastor, y...

- ¿Y qué?

Me pasé las manos por el pelo.

- Evelyn mía, quiero hablar contigo seriamente, pero sólo si estás dispuesta a escuchar con atención y pensar seriamente. Sólo.

Evelyn aspiró de su puro, y exhaló por la nariz.

El Maestro.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum