22. alea jacta est

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Me quedé profundamente dormido, con ella en mi regazo. Desde que se anunció todo, no pude decirle que todo era una farsa, orquestada por Lucifer, para desatar la ira de esos tres, y que ella usara mi poder, porque sabían lo que ella sería capaz de hacer, para rescatarme.

Y vaya si lo hizo.

Me secuestraron, y me torturaron, esperé en ese cuarto oscuro del estudio, hasta que oí su voz.

- "Maestro, ¿Me oye?"

Su voz, me sacó del dolor, no sabía hasta qué punto la quería, hasta ese momento.

- "Evy..." Su voz se apagó, pero tras unas horas, volví a notar su presencia. Eso me hizo olvidar el dolor, pensé que no lo lograría, pero ella siguió, planta, tras planta, hasta llegar al último piso, con Harold, hecho que me sorprendió, pues no creía que trabajarían juntos.

La emboscaron, y la torturaron, pero aguantó estoicamente, trazó un plan, que jamás se me había ocurrido a mí.

Entonces, se desató, los golpeó, a los Overlord más poderosos del infierno, como si fueran muñecos de trapo, les devolvió el daño, los amordazó, y me desató. Sentir el abrazo suyo fue una bendición, sentir su esencia, su calor, en mi cuerpo. Me dio de la manzana de Lucifer. Fue algo extraordinario, esas manzanas son exclusivas de él, pero no se lo pensó dos veces.

El espectáculo del edificio en llamas, fue algo, exquisito, reía mientras todo ardía, como si disfrutara de esos engendros arder, como si todo eso fuera parte de su ser.

Me llevaron al hotel, Charlie me curó las heridas, mientras hablaba conmigo.

-Alastor, siento que estés pasando por esto...

-Sin problemas querida, estoy bien, lo peor lo ha pasado ella...madre mía, no sabía que tenía tanto poder, los ha matado.

Charlie se frenó en seco.

- ¿Qué?

-Si, a Valentino y a Velvet. Los mató. No sin antes meterles la paliza.

-Madre mía, mi padre tenía razón, es un ser con un poder descomunal.

-Así es, Charlie querida, ahora, que ya estoy curado, voy a darme un paseo por el hotel- Vaggie entró, con un puro de Evelyn en la mano- Reí suavemente.

Allí estaba. En el bar, dormitando. Me senté junto a ella, el bofetón tremendo que me dio, fue bestial, pero luego llegaron los besos, y las caricias.

Quería tenerla.

Ansiaba tenerla.

Necesitaba tenerla.

Empecé a besarla apasionadamente, quería tomarla allí mismo, pero se negó, aludiendo al cansancio, y la verdad, no la culpo.

-Está bien, querida.

Con tenerla de vuelta a mis brazos, me bastaba. Esa era la clave.

Me tumbé en el sofá, y me puse junto a ella.

Ella se tumbó, con cuidado, sobre mi regazo, tenía los brazos hechos un asco por los cortes hechos por Velvet, que lo pagó con su vida. Pobre de aquel que se entrometiera en su camino.

Sus latidos se incorporaban poco a poco junto a los míos.

Respirábamos al mismo tiempo, me fijé en cuanto había cambiado. Era todo de locos, pero ella, me había hecho cambiar. Aún seguía siendo el temible demonio radio, pero ella supo sacar el lado bueno que hay en mí.

Chasqueé los dedos, y puse la cortina, cerrada, y el cartel de "prohibido pasar" Con ese hechizo, además, no habría miradas curiosas.

Me quedé dormido acariciando su pelo.

El Maestro.Where stories live. Discover now