30. El brujo y la Centinela.

138 16 18
                                    


A la mañana siguiente, me levanté bien temprano, para la boda, me duché, con los productos que me trajeron de importación, quería oler mejor que nada, y estar impecable, así que usé el mejor jabón para la piel.

Me lavé el cabello, con un champú especial de lavanda, olía tremendamente bien, salí de la ducha, y estuve cerca de una hora arreglándome el pelo, alisándomelo, y tomándome la trenza, y la cola, todo, para parecer lo más posible a mi querido y difunto padre Amenadiel.

Me perfumé, con aroma natural de lavanda, me puse la ropa interior, especial también de Rosie, y me senté en la silla, mirando el conjunto de ropa.

- Ufff...está bien, vamos allá.

Me costó trabajo ponérmelo, porque es de tela de calidad, y hay que ir con cuidado, de no arrugarla, pues la tela de Rosie es sabido que no hay qué la supere.

-Primero la camisa...- Era de una pieza. Era para debajo del uniforme.

Suspiré hondo.

- Vamos con la chaqueta, Evelyn.

Fui poco a poco, abrochándome los botones de la chaqueta, que se ocultaban bajo la solapa de la chaqueta, de corte japonés, de color negro puro, con los bordes blancos. En el cuello, un par de anticristos, bordados en negro.

En el lazo izquierdo, una Hombrera dorada, con flecos del mismo color, bajo la cual, unas cadenas doradas, colgaban rodeando el hombro.

Tres bandas, en el pecho, con escamas reales de serpiente, de un verde vivo que relucía de distinta manera conforme la luz le daba.

En el lado derecho, nueve medallas de oro, que representaban los nueve círculos del infierno, de los cuales, mi padre Lucifer era el dueño.

Debajo, dos bandas blancas, una con la manzana roja de Lucifer, era el símbolo de los Magne, y el suyo personal.

Debajo el pentáculo en carmesí, que representaba la ciudad pentagrama, donde residíamos los Magne.

El traje, era una hermosura, Rosie no pudo haberlo hecho mejor.

Me puse los pantalones negros, a juego, con una banda blanca a los lados, que estilizaba mi figura, y unas botas militares negras, nuevas, que mandé lustrar.

Mi seax me acompañaba, esta vez, en su funda, bajo mi cinturón.

Me puse los guantes blancos, de talla pequeña, pues mis manos son bastante pequeñas.

Me miré al espejo, el color de mis ojos se tornaba entre amarillo, y verde, al igual que mi difunto padre. Terminé de perfilarme los labios con color negro, y mis ojos con lápiz negro también.

- Bien, Evelyn Magne. Vamos allá.

Salí de mi habitación, recorriendo los largos pasillos, sin decir ni una palabra, y llegué al gran salón ceremonial, donde estaban ultimando los preparativos para la boda. 

El altar, las flores, los asientos, todo.

Me senté en el espacio, en la barra, habilitada para la seguridad, o sea, para mi. Una silla, y un mostrador, con la lista de invitados, y un espacio, donde había un baúl abierto, para que dejasen todas las armas que pudieran llevar.

Me puse, a revisar la lista, de invitados, era pronto, pero era bueno saber quiénes estaban, y quienes no.

Escuché al rey de fondo hablando.

El Maestro.Where stories live. Discover now