capítulo 2

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— ¿Cómo?

— ¿No se entiende? Necesito que finjas ser mi pareja, mi prometido, mi novio, mi cuchurrumín, mi-

— Sí, sí, entendí esa parte. Pero no tiene sentido, ni siquiera nos conocemos, además... no pareces ser el tipo de persona que tiene problemas para conseguir a alguien. — contesta el bailarín, pues es evidente el buen físico que porta el mayor.

— Claro, no lo tengo. — dice con orgullo — Pero no quiero llevar a un iluso a mi casa y que piense que de verdad nos casaremos.

El menor se muerde el labio y por un momento, hasta lo considera.

— Tu hora finalizó, estoy en mi descanso.

Minho niega con la cabeza, abre su saco, sacando de allí una pequeña tarjetita y se la ofrece.

— Si terminas aceptando, llámame. — dicho esto, camina hasta la salida y desaparece frente a sus ojos.

Le toca hacer funciones unas tres o cuatro veces más, por lo que cuando llega la madrugada tardía, por fin puede irse del club. Solo se cambió la ropa, estaba demasiado cansado como para también tomarse su tiempo para desmaquillarse, ya lo haría al llegar. No es muy fanático de andar solo en las calles, sobre todo estas que son más peligrosas, así que se apura lo más que puede mientras intenta camuflarse con la noche al usar un buso negro con capucha.

Llega hasta un edificio de mala muerte, tenía intenciones de ingresar por el frente, pero descarta la idea al ver a un montón de chicos en la puerta reunidos mientras reían y tomaban alcohol, entre otras sustancias de dudosa procedencia, así que con un suspiro de resignación, dio toda la vuelta hasta llegar a la parte de atrás.

Se subió hasta uno de los tachos de basura y con un salto llegó hasta las escaleras. Subió, pasando por varias ventanas de sus distintos vecinos, y finalmente llegó a la que daba con su piso. La abrió, se metió y enseguida sus fosas nasales se deleitaron con el olor. Caminó hasta la pequeña cocina, observando que encima había comida preparada hace quizá no más de quince minutos, ya que aún estaba caliente, sonrió y se dirigió hacia la otra habitación del piso, donde su compañero yacía.

— ¡Eres un amor! — le grita cuando abre la puerta sin avisar y se tira sobre él — No puedo creer que en serio cocinaras por mí a las 4:30am.

— Valórame, no cualquiera tiene al mejor compañero y cocinero como compañero de piso.

El mayor sonríe y camina hasta la cocina, dispuesto a dar una mordida a aquella carne que lo esperaba rodeado de ensalada.

— ¿Qué tal el público hoy, Jisung? — pregunta el más chico mientras roba un poco de lo que cocinó.

— Este club al menos es más elegante que el anterior, por suerte hoy no tocó ningún viejo verde, pero ha de ser cuestión de tiempo para que pase. Ya sabes como son, Lix. — contesta.

— No entiendo por qué no te tragas tu orgullo y le pides ayuda a tu familia para pagarte la universidad. — dice el peliblanco de cabello semi largo, ahora sentándose sobre la barra de la cocina.

— ¿Y dejar que me manipulen a su antojo como antes? — de la heladera saca un poco de cerveza y la bebe — Ah, no, ni soñar. Esa familia es un asco, ni siquiera deberían llamarse así.

— ¿Aún no saben qué es de tu vida?

— Supongo que no, ni les ha de importar. Ahora que la oveja negra no está ahí para avergonzarlos, las cosas son más fáciles para ellos.

Se tira en el sofá mientras enciende la tele, mirando alguna caricatura. Félix niega con la cabeza y está a punto de irse a su habitación, hasta que el mayor lo llama de vuelta.

DISA$TER || MinSungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora