Capítulo 10

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Desde que John le había pedido que lo acompañara, se había vuelto una rutina salir a correr con él. En ese momento, María caminaba a su lado después de haber corrido a un ritmo fuerte durante una hora. Sabía que la unidad a la que John pertenecía, era una de las más exigentes del mundo y que debía estar en forma, pero la realidad es que estaba impresionada; John superaba con creces la condición física de ella.

—Tienes que contarme a qué te dedicabas antes de venir aquí. Lo que hacías cuando no estabas dando cursos por el mundo. Me ganas siempre que intento adelantarte... —le dijo María mientras llegaban a la puerta del bloque de pisos.

—Solo si sales conmigo —le contestó John intentando quedar por enésima vez con ella.

—¡Oye! ¿Desde cuándo los americanos sois tan directos?

—Solo es contigo... —le aseguró John riéndose—. Además, te aseguro que me sale de forma natural.

—¡Y encima con sentido del humor! —dijo María negando con la cabeza mientras compartía la broma—. Entonces, ¿no me lo vas a contar?

—Solo si acepas comer conmigo. Puedo ser muy buen anfitrión cuando quiero conquistar a una chica.

      María lo miró fijamente y le dijo:

—No pierdes el tiempo...

—Te dije que no iba a desistir. Entonces, ¿comes conmigo?

—¿Cuándo? —preguntó María resignada.

—¿Mañana...? —le preguntó John esperanzado porque ella accediera.

—De acuerdo, pero solo porque me has dejado en ascuas... Quiero comprobar si sabes cocinar también como dices... —le señaló María empezando a marcharse.

—¿No me vas a dar un beso de despedida? —preguntó el sargento esperanzado.

—¿A plena luz del día? ¿Estas de broma...? Ni lo sueñes. Podría vernos cualquiera —declaró María carcajeándose mientras se alejaba.

—Está bien —contestó John decepcionado elevando la mirada hacia los balcones de los pisos superiores—. Por esta vez te lo paso, pero que sepas que me vengaré —amenazó John subiendo las pequeñas escaleras que conducían al portal.

—De eso nada, sargento. Hasta mañana... —se despidió María sonriendo.

—Hasta mañana —contestó John viéndola marchar.

Al día siguiente, estaban entrenándose y tocaban los ejercicios de artes marciales. Siempre elegía a Carlos como compañero para realizar el entrenamiento y los demás, lo aceptaban como algo normal. Sin embargo, la monotonía se vio alterada cuando el capitán entró corriendo en las instalaciones.

—¡Dejen lo que estén haciendo! Salimos en cinco minutos y tienen exactamente ese tiempo para cambiarse.

      María corrió hacia el vestuario de inmediato. Los hombres tenían uno para todos, pero al ser la única mujer en la unidad, María disponía de un vestuario completo para ella sola. Apresurándose se quitó el kimono y se colocó de inmediato el mono verde de asalto, junto al pasamontañas y el chaleco antibalas, así como el casco y las protecciones que necesitaba. De inmediato, cogió el armamento y dirigiéndose hacia el Nissan todoterreno, y se montó en un riguroso silencio. El vehículo se puso en marcha mientras el resto del grupo se terminaba de colocar los cinturones.

    Cuando salían a una misión, nunca sabían qué se iban a encontrar. Según el capitán, esa mañana tocaba detener a un narcotraficante que estaba en busca y captura, a punto de huir de España. Los servicios de información lo tenían intervenido desde hacía tiempo y el sujeto estaba a punto de coger un vuelo en el aeropuerto.

LA GUARDIA (Completa)# 1º Premio Romance Gemas Perdidas 2019Where stories live. Discover now