Capítulo 9

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     A María la asaltó la vergüenza cuando se dio cuenta de cómo estaban atrayendo las miradas de curiosos. Temblando todavía, rodeó la cintura de John con sus brazos, tal como se lo había pedido. Con la respiración acelerada por el deseo e intentando asimilar cómo le había afectado ese beso, respiró profundo intentado calmarse. Nunca se había dejado llevar por sus pasiones y mucho menos en medio de la calle. Pero consciente del cuerpo de ese hombre, subió una de sus manos a lo largo de los músculos de la espalda de John y descubrió que le gustaba tocarlo.

—Creo que he roto la promesa que te hice...

—¿Cuál? —preguntó María sin acordarse siquiera a lo que se refería.

—Prometí no pasarme ni un pelo y sin embargo, te he besado en la primera cita.

     María sonrió sin levantar todavía la cabeza de su pecho. Llevaba razón, pero al final decidió compartir la responsabilidad. John no la habría besado si ella no se lo hubiese permitido. Así que,  levantó el rostro hacia él y le dijo:

—¿John?

—¿Qué? —contestó el hombre sin mirarla a los ojos.

—Me ha gustado ese beso tanto como a ti... —dijo María atreviéndose a expresar lo que sentía—. Pero quizás, deberíamos tomárnoslo con un poco más de calma, ¿no crees? Apenas nos conocemos y creo que vas muy de prisa... —afirmó ella clavando la mirada en él.

       John sabía que María lo miraba con atención. Mientras se instalaba un incómodo silencio entre ambos, Jhon meditó durante un instante su propuesta y terminó por responderle:

—Si hay algo de lo que me he desengañado en esta vida, es que no se debe perder el tiempo en prejuicios absurdos. Somos adultos, María. Y ni tú tienes que dar explicaciones a nadie, ni yo tampoco. No sé cuánto tiempo se prolongará mi estancia en Madrid, pero me gustaría aprovechar todo el tiempo posible a tu lado si tú lo permitieras. No voy a disimular que me atraes porque no lo voy a hacer. Me pongo tenso en cuanto te veo y encima me dices que te ha gustado el beso. No quiero que salgas corriendo como un cervatillo asustado, pero no puedes decirme que te gusto y al rato que me retire. Reconozco que yo tampoco esperaba conocer a una persona en estas circunstancias y sobre todo como tú, pero tengo que confesarte que en estos momentos, en lo único que pienso es en llevarte a la cama más cercana posible y hacerte el amor hasta que me harte... —dijo John mirándola con una seriedad mortal, haciendo gala de un deseo irrefrenable.

     María se excitó al escucharle decir que la deseaba. Su pubis se humedeció y un deseo intenso palpitó en lo más profundo de su ser, compartiendo ese mismo ardor. Sin embargo, aquello era una completa locura. Nunca se había dejado llevar por una pasión tan descontrolada y no podía reaccionar con tanta desenvoltura como él quería. No estaba acostumbrada a acostarse con un hombre sin apenas conocerlo.

      Ante la falta de respuesta de María, John miró más allá de ellos, contemplando el reflejo de la luz del atardecer sobre el agua y cuando comprobó que María no iba a darle una respuesta, le susurró cerca del oído:

—¿Me prometes que lo pensarás?

—¿El qué...? —preguntó María inspirando con fuerza.

—Quiero algo más que un beso. Deseo acostarme contigo y hacerte el amor hasta que me duela de tanto correrme dentro de ti y te juro, que llevo más de dos años sin mantener relaciones sexuales con alguien. Eres la primera mujer desde que murió a mi esposa por la que he sentido este deseo.

      María se humedeció más si cabe al escuchar aquellas provocadoras palabras soltando un gemido que John pudo escuchar. Mordiéndose el labio inferior con los dientes, la respiración se le aceleró.

LA GUARDIA (Completa)# 1º Premio Romance Gemas Perdidas 2019Where stories live. Discover now