Capítulo 20

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Centro Médico Regional de Landstuhl (Alemania).

El Centro Médico Regional de Landstuhl (LRMC), era el mayor hospital militar de las Fuerzas Armadas norteamericanas fuera del territorio de Estados Unidos. El centro acogía a los heridos de guerra estadounidenses e incluso a militares de otras nacionalidades que luchaban en la guerra.

Cuando llegaban los jóvenes soldados con el cuerpo lleno de metralla y con miembros amputados, se les intentaba ayudar para que continuasen con sus vidas. La gran mayoría parecían comprender la situación a la que se enfrentaban pero a otros, el miedo les obstaculizaba su mejoría.

El capitán médico Parker llevaba tan solo un mes allí y era la primera vez que trabajaba en un hospital militar. En ese momento, leía el historial de un sargento que acababa de entrar como nuevo ingreso. El militar americano había salido volando después de la explosión de una bomba y tenía un traumatismo craneoencefálico grave.

—¡Veamos que tenemos aquí! —dijo el capitán médico examinando al sargento—. ¿Tiene los resultados de las pruebas?

—No señor, todavía no han traído todos los resultados que ordenó —dijo la enfermera que lo acompañaba.

—En cuanto estén aquí, quiero verlas de inmediato. Necesito determinar el alcance de la lesión.

En ese momento, la camilla empezó a moverse enérgicamente y John empezó a convulsionar.

—¡Rápido, a quirófano! —gritó el capitán médico mientras intentaba que aquel soldado no se le fuera de las manos.

Enfermeros, celadores y el propio médico corrían detrás de la camilla. En menos de un minuto, el médico le administraba el anticonvulsivo. Podía ser habitual que después de una explosión de ese tipo, los pacientes corrieran el riesgo de tener convulsiones durante la primera semana de la lesión. Así que Parker trabajó para evitar cualquier daño cerebral adicional provocado por la propia convulsión.

—Prepárenlo para inducirlo al coma. Su cerebro necesitará menos oxígeno para funcionar e intentaremos cruzar los dedos para que cuando despierte no tenga más secuelas.


Toledo (España), una semana después.

María estaba preocupada. No sabía nada de John desde hacía una semana y era muy raro. Sus terapeutas le habían preguntado si le pasaba algo, al detectar su semblante serio y su aire distraído, nada habitual en ella. Pero siendo tan introvertida, no había querido comentar nada de eso a nadie. Sin embargo, tenía el presentimiento de que algo ocurría. Desde que John estaba en Afganistán, se veían a través de skype y no sabía nada de él desde entonces.

Tampoco tenía ni un solo teléfono a donde llamar, siempre era él quién lo hacía. Ni habían tenido el tiempo suficiente para que John le pasara los teléfonos de su familia o de sus amigos.

Estaba sentada en el sofá de casa, al lado del teléfono fijo cuando Roberto entró y la vio ensimismada.

—¿Ocurre algo?

—John no me ha llamado —dijo María mirando a su amigo.

—¿Y eso te preocupa? Estará de operaciones militares, ¿no? Piensa que puede estar en algún sitio desde el que le sea imposible llamarte.

—¿Tú crees? Espero que sea eso. No sé qué pensar, tengo una sensación en el estómago...

—¡Lo que tú tienes, es el estómago lleno de dos kilos de criatura!

María sonrió.

—¡De niña!

—¡Eso! De niña... ¡Anda tonta! ¡No le des más vueltas a la cabeza! No va a ocurrir nada, no seas tan negativa.

LA GUARDIA (Completa)# 1º Premio Romance Gemas Perdidas 2019Where stories live. Discover now