Capítulo 23

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María hizo el nudo lo más rápido que pudo. Agarrándose fuerte quitó el mosquetón y se quedó pendiendo de la resistencia de la cuerda que había llevado por seguridad y que había atado a la tirolina. Empezando a deslizarse como cuando estaba en la UEI, intentó darse toda la prisa posible. Sabía que era cuestión de segundos que la cuerda se rompiese. Sin atreverse a gritar para no alarmar al público, escuchó cómo se rompía la cuerda. Cinco o seis metros la separaban del suelo, lo suficiente para matarse. Y sin darle tiempo a pensar en nada más, se protegió la cabeza con sus brazos, con el presentimiento de que allí se acababa su vida. Ni siquiera tuvo tiempo de mirar por última vez a John y a su hija Paula. Iba a morir delante de ellos.

     John corrió hacia su mujer sabiendo que no podía frenar su caída. Como a cámara lenta, levantó un instante la vista y comprobó cómo María bajaba por la cuerda y ésta se partía, mientras el amor de su vida se precipitaba al vacío.

     El fuerte golpe del cuerpo al caer, impresionó tanto al ex militar que fue como si otra bomba impactara sobre él. Sin darse cuenta de que corría gritando su nombre, se agachó hacia el cuerpo que yacía desmadejado en el suelo. Con un nudo en las entrañas y un miedo horrible a que María se hubiese matado, dejó a la niña en el suelo y volvió el rostro de María hacia él. Desmadejada, con las palmas de las manos hacia arriba y las piernas en una extraña postura, parecía una muñeca rota. Cogiéndole la muñeca para tomarle el pulso, comprobó que era débil, pero que su corazón todavía latía. Había que darse prisa.

     La gente se arremolinó a su lado, mientras alguien le hablaba y él no conseguía escuchar nada. Solo sentía cómo su corazón se rompía por medio.

     —¡Vamos María, cariño! ¡Resiste! No te vayas ahora... —gritó John examinando su cuerpo intentando movilizarla. Podía acordarse de su antigua lesión medular.

     Alguien debió llamar a una ambulancia y en cuestión de un cuarto de ahora, que a él se le antojaron eternos, María fue trasladada al hospital más cercano. Con su hija en brazos, alguien lo empujó hacia el asiento trasero de la misma ambulancia mientras sostenía a la pequeña Paula entre sus brazos. El trayecto de veinte minutos se hizo inacabable. No podía quitar la vista del cuerpo desmayado de María, rogando a Dios porque no se la quitara de nuevo. No podía recobrar la memoria para perderla al minuto siguiente. En cuanto llegaron al Hospital de Alta Resolución de Puente de Génave, un equipo médico salió raudo a atender a María. Los sanitarios corrían avisados de la urgencia de la persona herida. Con la pequeña en brazos, no lo dejaron pasar a dónde se llevaron a su esposa y tuvo que quedarse en la entrada informando de los datos personales de ella.


Media hora después, continuaba esperando. La sala de espera estaba vacía y podía pasearse de una punta a la otra sin que nadie observara el miedo atroz que paralizaba su cuerpo. Recuperar su memoria y ser testigo del accidente de su mujer lo habían sumido en un estado de shock del que nadie era testigo. Tanto en Alemania como en su país, le habían dicho que nunca podría recuperar la memoria y sin embargo, en cuestión de segundos su vida había dado un giro de ciento ochenta grados para hacerle recordar todo de repente. El accidente de María había sido el detonante; le había abierto la puerta a sus recuerdos y ahora, las imágenes se agolpaban en su mente como si nunca se hubiesen ido. Pero ya nada le importaría si le sucedía algo a María. Necesitaba verla y saber cómo estaba su esposa. Así que incapaz de aguantar más salió de la sala en busca de información y volviendo a la recepción de la entrada, volvió a preguntar por su estado.

     —La está examinando el médico de guardia, señor. Pero continúa inconsciente —dijo una de las enfermeras que había salido al escuchar las voces.

     —Pero, ¿está grave? ¿Cómo está mi mujer? —volvió a insistir John.

     —Vuelvo a repetirle que en cuanto la examine el médico, se le informará. No puedo decirle nada más —insistió la enfermera de nuevo—. Si no fuera por la niña, lo pasaríamos dentro. Pero no se permite la entrada de niños como comprenderá.

LA GUARDIA (Completa)# 1º Premio Romance Gemas Perdidas 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora