CUARENTA Y DOS

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Estimados y estimadas, gracias por haber llegado hasta aquí. Este es el penúltimo capítulo antes de un final que no será del todo final porque continuará en la próxima entrega titulada "La luz a través de la grieta", la que trataré de publicar en el menor tiempo posible, para no dejarlos en ascuas. 

De nuevo, gracias por darle una oportunidad a esta historia y espero que disfruten el capítulo.

pd: La historia transcurre en un país ficticio, la legislación también es ficticia, de modo que no espere que se ajuste a la realidad jurídica-legal de algún país o del suyo propio. Me inventé mi propio ordenamiento jurídico, digamos así. 

...

May arribó a casa de sus padres a eso de las dos de la tarde, para sorpresa de ellos y de Lesta. Este último, por supuesto, se apresuró coger sus maletas y llevarlas dentro de la casa, mientras no dejaba de hablar sobre "tomar las mejores decisiones".

May, que no tenía deseos de enfrascarse en otra discusión, lo dejó despotricar contra William Horvatt y el supuesto peligro que corría a su lado. Mientras él hablaba, ella fue sacando su ropa una por una, inhalando profunda y sostenidamente. Cuando hubo terminado, despachó a su amigo con la excusa de que deseaba darse un largo baño.

En los hechos, se tendió sobre la cama y cerró los ojos. No pudo pensar en otra cosa que no fuera William Horvatt. Lo había dejado solo, a pesar de que hace menos de una semana había perdido a su mejor amigo y estaba vulnerable.

¿Y todo por qué?

Por orgullo, probablemente. Deseaba probar un punto, pero no era momento de hacerlo. Tarde o temprano William se daría cuenta de la situación y él mismo decidiría continuar con lo que Aaron había dejado inconcluso. Entonces, ¿por qué lo había presionado hasta ese punto?

Porque ella era obstinada y si algo se le metía en la cabeza, no había nada que lograra sacárselo. Deseaba llegar hasta el fondo del asunto de D&M, corriera el riesgo que corriera; le gustara o no a William. Simplemente no podía quedarse con los brazos cruzados, esperando a que Enric Wester se cobrara otra víctima, si efectivamente había sido él.

Emitió un largo suspiro y abrió los ojos. Su habitación era pequeña, rustica y algo precaria, igual que sus conocimientos. En eso William tenía razón. ¿Qué podía hacer ella frente a un arsenal de abogados que tratarían de tapar el asunto que, muy probablemente, había ocasionado Enric Wester? Nada. En eso, de nuevo, William tenía razón.

Y, sin embargo, lo había abandonado. Lo había acusado de ser un cobarde y había huido como si tuviera un plan entre manos. No tenía nada, salvo el grupo de vecinos de Wallas y sus quejas contra la industria de D&M. Pero, incluso esa única pista podría haberse hecho añicos.

Se volvió sobre su costado derecho, jugueteó un rato con su teléfono, pensando en enviarle un mensaje a William, pero finalmente desechó la idea. No sabía que decirle, ni tampoco que hacer. De lo único que estaba segura era que había actuado motivada por ese desenfrenado orgullo que poseía y ahora estaba en medio de la nada, lejos del hombre que amaba y sin ningún maldito plan.

...

William no había pensado en la esposa de Aaron, ni en sus colegas de la oficina ni en absolutamente nadie además de él mismo cuando llegó a fiscalía de Matanza y se enteró de que ellos también habían declarado.

Entonces, se le cerró la garganta y durante unos segundos no supo que decir. Se sentía como un estúpido. Era evidente que habían sido citados a declarar. Todo aquel que tuviera algún vínculo con Aaron había sido citado a declarar. Sin embargo, a él le había preocupado su propia declaración y, ahora que también lo sabía, la de May.

EL DEBIDO PROCESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora