TREINTA Y SEIS

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May estaba por dormirse cuando recibió un mensaje de William Horvatt. Al principio, presionó el mensaje medio adormilada, pero en cuanto leyó el contenido, todo el sueño abandonó su cuerpo y estuvo completamente despierta.

"Terminé con Elena"

Una enorme sonrisa adornó sus labios. Emocionada, marcó el teléfono de William para oír su voz cuando este le contara cómo se había producido el término de la relación. Debió esperar unos segundos hasta que finalmente William atendió la llamada.

— Buenas noches, ¿te desperté? — saludó él.

— No, estaba desvelada — respondió ella, pero no era cierto. Casi estaba por quedarse dormida, solo que aquello era mucho más importante que dormir temprano.

— ¿Hay algo que te preocupe?

— Además del caso del dueño de D&M, nada en particular.

— Lo siento, no quiero causarte desvelos ni malos ratos.

May sintió un arranque de ternura hacia él que la llevó a apretar el teléfono contra su oreja, como si de ese modo pudiera tener a William más cerca.

— Descuida, me apasiona el caso — replicó. Luego guardó una pausa y añadió con prudencia — Sobre lo de tu quiebre con Elena, lo siento mucho.

Del otro lado se oyó una leve risa.

— No lo sientes en realidad.

May sonrió de oreja a oreja.

— Ni siquiera un poco — respondió, pero luego se sintió un poco culpable de que la desgracia de otro le causara felicidad.

— Era lo mejor. Con el tiempo, ella también lo entenderá — dijo William, aunque más bien pareció que se lo decía a sí mismo.

— Bueno, las rupturas nunca son agradables...

Ambos guardaron un minuto de silencio. Finalmente, fue May quien tomó la palabra.

— Te echo de menos.

Era demasiado tarde para verse, pero aun así ansiaba abrazarlo y ser a la vez estrechada en sus brazos. William se había convertido en una parte esencial de su vida, lo que resultaba sorprendente porque apenas se conocían hace unos meses.

— Es un poco tarde — respondió William, dubitativo. Un parte de él, al parecer, no creía que fuera tarde en absoluto.

— Sí, lo sé, supongo que te veré mañana... — May también dudaba.  Incluso, se había levantado de la cama y daba vueltas alrededor de la habitación.

— Supongo que sí...

El silencio se hizo sobre ellos. Durante al menos medio minuto ninguno de los dos dijo nada, pendiente de la acción del otro. Finalmente, como en una especie de coordinación casi artística, ambos dijeron:

— Podríamos vernos solo un rato.

Entonces, se echaron a reír. May disfrutó de la risa fresca de William Horvatt, el hombre a quien nunca pensó que oiría reír de ese modo. Bueno, había muchas cosas que jamás pensó que haría con él, pero ahí estaban. Como dos adolescentes ante su primera relación romántica.

— Estaré allí en media hora, ¿vale? — dijo William, en cuanto se hubieron serenado.

May estuvo de acuerdo, de modo que cerraron la conversación con un "nos vemos". May se guardó el "te quiero" para más adelante.

...

William detuvo el coche frente al complejo de apartamentos de May cuando eran las una de la mañana. Ansioso, descendió del coche, se cerró un poco más el abrigo pues hacía frío, y se dirigió a la entrada. Sorteó las escaleras con calma y llegó al piso de May cuando el reloj marcaba las una con diez minutos. Ante la puerta, se acomodó un poco el cabello y luego tocó.

EL DEBIDO PROCESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora