Capítulo 10

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Cassandra


Nos adentramos un poco más en Lavender, dejando el camino a un lado. Ian había decidido que necesitábamos descansar y reponer fuerzas con una comida de verdad, aunque seguramente lo había dicho para que yo no desfalleciera en el camino. Apenas podía seguir sus pasos y mi estómago se revelaba cada pocas horas creando una sinfonía bochornosa.

Insistí en que todavía me quedaban fuerzas de sobra, que no hacía falta que nos arriesgásemos, pero él insistió en que aquel era más bien un territorio neutral y que para cuando quisieran saber que estábamos allí, ya nos habríamos ido. 

En Lavender incluso los pueblos más apartados del templo de Yuki eran ostentosos y tenían todas las comodidades de la capital del reino. En la Isla Infernal los únicos lujos que había se encontraban dentro de la fortaleza, mientras que aquí todo tenía un tinte dorado y desprendía olor a lujo con fragancias exóticas. El calor se acentuó un poco y en las calles se podía notar la arenilla del desierto que rodeaba el templo y que era arrastrada por el viento hasta las zonas más alejadas. Los edificios eran de color amarillo mostaza y la mayoría tenían una planta o dos, nada demasiado alto que pudiera romper con la estética. 

Observé a la gente que iba con bolsas de tela comprando la comida para la cena y saludando a sus vecinos sin tan si quiera reparar en nuestra presencia. Claro que ayudaba que hubiéramos cogido prestadas algunas prendas más típicas de allí para pasar desapercibidos y aguantar el calor. Ian llevaba una túnica blanca con ribetes dorados que le llegaba hasta la mitad del muslo y yo un pantalón holgado y un top que solo me cubría los pechos.

Era casi el atardecer y todo el pueblo parecía resplandecer como el oro bajo la luz solar. Una música lejana me cosquilleaba en la parte inferior de la cabeza y me hacía sentir tranquila y en paz.

Después de un rato más buscando, Ian dio con un edificio algo más grande que los anteriores donde colgaba un cartel en la entrada que rezaba <<Habitaciones libres>> con una caligrafía completamente exquisita. La puerta estaba abierta, así que traspasamos el umbral sin esperar más tiempo.

—Creo que no había visto nunca nada tan bonito—solté sin pensar al maravillarme de la decoración.

Había una barra decorada con cristales de todos los colores imaginable y con las botellas más originales. Las que más me llamaron la atención fue la de un felino agazapada y dispuesto a atacar y otra que parecían ser dos amantes en un posición comprometida. La parte principal tenía mesas bajas con sillones a su alrededor, con gente fumando y bebiendo, mientras que en la segunda había mesas más altas y servían comidas a destajo. Nos acercamos a la barra. La mujer que servía nos miró con curiosidad, pero después sacudió la cabeza y puso una sonrisa bobalicona. Sus ojos no se apartaron de mi acompañante en ningún momento.

—¿Qué deseas? —fingió la musicalidad en su voz. Sus pestañas aletearon cuando Ian puso los codos sobre la barra y la sonrió de vuelta.

—Dos habitaciones, por favor—pidió él, sin dejar de sonreír.

—Una—le corregí.

Ian no se giró para mirarme, pero la mujer chasqueó la lengua y puso cara de pocos amigos. Se atusó el pelo frondoso y rizado y se giró hacia un marco donde tenía colgadas varias llaves de color cobre. Su piel tostada resplandeció cuando uno de los reflejos dorados de los cristales la enfocó.

—Aquí tienes—le ofreció las llaves y se las colocó en la mano sin perder oportunidad para acariciarle—, Primera planta habitación del fondo.

—Muchísimas gracias—respondió Ian con un tono adorable.

Luz u oscuridad [Saga centenarios II] ✅Where stories live. Discover now