Capítulo 30

46 7 4
                                    

IAN

Astrid y Erick entraron a la tienda improvisada que habíamos montado fuera del templo. Llegaban sudando y llenos de polvo. Los dos seguían algo mareados por haber estado inconscientes, pero habían insistido en comprobar como se encontraba la ciudad.

—Esto es una locura—dijo Erick soltando las armas encima de la mesa.

—¿Cómo van las cosas? —preguntó Emma poniéndose una bolsa de hierbas en la cabeza.

Astrid se acercó hasta ella y le dio un beso en la sien. Se quitó la coleta y se hizo una trenza mientras empezaba a relatar lo que habían visto.

—Todavía hay enfrentamientos, cadáveres quemándose en las calles—hizo una mueca de disgusto—, pero es bueno que ellos mismos hayan decidido liberarse. Los que están a favor de Yuky han sido encarcelados.

—La mayoría ya habían sido asesinados antes de eso—puntualizó Erick.

Astrid le restó importancia con un gesto de hombros.

—No creo que estén preparados para cederle el liderazgo a alguien más—prosiguió Astrid, mirando a Emma.

—Y yo no pretendo hacerlo. Se han ganado su libertad—declaró Emma con los ojos aún cerrados.

—Estamos de acuerdo, cariño. Pero si vamos a la guerra necesitamos soldados—las palabras de Astrid nos hicieron contener el aliento—¿Qué? ¿es que pensabais que esto se quedaba aquí?

Claramente ninguno de nosotros lo pensaba, pero hacía tan solo una hora que los disturbios habían frenado. Hacía tan solo una hora que Nikolái nos había dado una paliza. No teníamos ninguna posibilidad contra él, por muchos hombres que consiguiéramos.

—Danos un respiro—pronunció Rubí con dificultad.

Ella se había llevado la peor parte. Los moratones de sus costillas y brazos ya se estaban poniendo violetas. Su respiración todavía era superficial y se mantenía en pie a duras penas. Erick se acercó a ella y le pasó la mano por la mejilla con delicadeza.

—Voy a matarlo—susurró, lo bastante alto para que alcanzara a oírlo.

No dudaba que quería hacerlo, que moriría incluso intentándolo por lo que le había hecho a Rubí.

—Lo haremos juntos—le sonrió ella.

Suficiente.

Me levanté, ya vestido de una forma más apropiada y empecé a recoger algunas cosas para después meterlas en una bolsa. El resto observaba mis movimientos sin decir una palabra. No fue hasta que di un paso para salir de la tienda que me detuvieron.

—¿A dónde vas? —tanteó Emma. Ahora ella también estaba enfadada conmigo. Una de las pocas que había visto mi debilidad ante Morriguen.

—Voy a buscarla—dije sin más.

—Si hablas de la traidora de tu novia, está tumbada en la tienda de al lado haciéndose la víctima—comentó, más para molestarme que porque no supiera de que le estaba hablando.

Rubí nos miraba como si fuéramos los jugadores de un partido de tenis pasándonos la pelota.

—Sabes perfectamente de quien hablo.

—Oh, es verdad—dejó las hierbas en su regazo y soltó una carcajada seca—. La otra novia a la que abandonaste y dejaste que se llevaran porque eres un imbécil.

—Nos traicionó—gruñí—¡Tuve un momento de duda al enterarme que había estado con Nikolái todo este tiempo!

Rubí y ella se miraron.

Luz u oscuridad [Saga centenarios II] ✅Where stories live. Discover now