Capítulo 4

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Ian

—¡Suéltala!

El hombre que sostenía a Olimpia tenía un aspecto terrorífico como salido de una pesadilla, la misma que había vivido unos años atrás cuando se llevaron a mis amigas. Dos más entraron en la habitación para agarrarme de los brazos y arrastrarme hasta la cubierta. Olimpia me siguió uno minutos después. Nos hicieron ponernos de rodillas junto a toda la tripulación. Sus rostros se alternaban entre la desesperación y la somnolencia de quien piensa que todavía no se ha despertado del todo.

—Buen trabajo—habló una voz femenina.

La mujer iba vestida con una túnica escarlata que solo dejaba a la vista su cabeza rapada y su piel oscura llena de tatuajes blancos. Nos examinó con cautela, uno a uno, buscando a alguien.

—¿Quién es el capitán? —preguntó autoritariamente.

Olimpia se levantó con la cabeza bien alta y dio un paso al frente. Tuve que contenerme para no tirar de ella y volver a ponerla de rodillas.

—Capitana entonces—se corrigió—. Llevamos tiempo detrás de alguien, en realidad de varias personas. Concretamente nos han avisado de que han creído ver a una de ellas en un barco pirata así que estamos comprobando todos aquellos que se acercan al puerto. La persona que buscamos es un joven, rubio y delgado, con unos veinte años de edad.

—Todos mis tripulantes son de mi total confianza—objetó Olimpia.

La mujer dejó de mirarla y se dirigió a los hombres de la tripulación. 

—Este chico ayudó a escapar a una prisionera de nuestra diosa Morriguen, se le acusa de atentado divino y la pena es peor que la muerte, para él y para todos los que le encubran.

Tragué saliva cuando mis sospechas se confirmaron. Se estaba refiriendo a mí. No sabía que nadie me estuviera buscando y seguramente no habían logrado encontrarme hasta ahora porque solo tenían una vaga idea de como era físicamente. Había miles de personas con esas mismas características.

—Nunca acogeríamos a un infiel, mi señora—mintió.

La mujer hizo a un lado la túnica y mostró su rostro por completo. Sus facciones eran duras y extravagantes. Observó meticulosamente a Olimpia. Cada gesto y cada movimiento involuntario de su rostro, ella los captó todos.

—No te creo—concluyó—¿Y sabes por qué no lo hago? Porque los informantes también dijeron que iba acompañado de una mujer con un pelo poco propio de una señorita y mírate.

Le dio un tirón a una de sus rastas.

—Se lo juro, no se de quien me habla.

La mujer la abofeteó haciendo que Olimpia se callara de golpe. Me removí en mi sitio, no podría aguantar mucho más esa farsa.

—Dime quien de estos desgraciados es y dejaremos al resto en paz.

Olimpia siguió guardando silencio. Solo se oyó el filo de la hoja resbalando por el cuero donde la mujer tenía guardado el arma. Apuntó a su estómago con el cuchillo.

—¡Soy yo! —confesé.

El cuchillo penetró en ese mismo instante y Olimpia cayó al suelo sujetándose el vientre con las dos manos.

—No creo que te parezcas mucho a la descripción—dudó, seguramente pensaría que lo hacía para salvar a la capitana.

—Tal vez si me hubieseis encontrado antes no tendrías tantos problemas para reconocerme—solté, sin dejar de mirar a Olimpia, que se desangraba en el suelo.

Luz u oscuridad [Saga centenarios II] ✅Where stories live. Discover now