Capítulo 38

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IAN

Intenté moverme, pero mis pies se quedaron clavados al suelo. Zenón nos controlaba con la mente sin tener que levantar un solo dedo. Tiré y tiré. Seguía sin poder mover un solo músculo de las piernas.

Cassandra estaba en el suelo tumbada boca arriba con la respiración acelerada. Sus ojos no se habían apartado de la copa de los árboles desde que había caído. Rubí cerró los parpados en el momento de mirarme. Con esa expresión en su rostro fui consciente de los que se nos avecinaba. No saldríamos de allí.

Nikolái apareció junto a Morriguen. Estaban tranquilos. Sabían que no podíamos escapar así que no había por qué apresurarse. Busqué la mirada de Morriguen pero ella la evitaba a toda costa. Una cosa era pasar por alto nuestra presencia y ayudarnos a encontrar a Cassandra y otra muy distinta era enfrentarse a Nikolái y a Zenón por nosotros.

—Me alegro de que hayáis venido—dijo Nikolái en forma de saludo—, el día de hoy habría sido tedioso sin vuestra presencia. Me encanta un buen entretenimiento.

Se acercó a Rubí que seguía inmovilizada bajo las manos de Zenón. Le levantó la barbilla con el dedo índice y el pulgar. Rubí no apartó los ojos de los suyos.

—Disfrutaré especialmente de tu compañía—apretó sus labios contra los de mi hermana. Me sacudí con más fuerza. Un grito de rabia contenido en mi garganta.

Morriguen levantó a Cassandra de la hierba, apenas podía moverse sin ayuda. Zenón se estaba asegurando de que no fuera una amenaza. Le pasó el brazo por las costillas para sostenerla. Nikolái no se centró en ellas más que un par de segundos, yo era su siguiente parada.

—Antes de pasármelo bien con ellas—se jactó— voy a hacer que vean como te destruyo. Me he cansado de ver esta faceta de héroe que nunca ha roto un plato.

No podía hablar ni moverme así que solo me quedaba escuchar como se vanagloriaba antes de que hiciera lo que realmente quería. Matarme.

—Podías haberte quedado a salvo por unos días, disfrutar de la poca vida que te quedaba. Sin embargo, has venido a mi casa y has intentado llevarte algo que es mío—prosiguió—. Creo que mereces todo lo que está a punto de pasarte. Al fin y al cabo, tu eres el culpable de que ella esté aquí ahora mismo.

Se relamió los labios. Mi corazón se apresuraba al sentir lo que llegaba. Nikolái apoyó su mano izquierda sobre mi pecho y dibujó una diana invisible en él. Sentí sus dedos clavarse en mi carne, la sangre empezando a brotar. El dolor me nubló la visión por completo.

—¡Espera! —gritaron—¡No puedes matarlo antes del fin de ciclo, tu poder se perderá para siempre!

El dolor cesó y pude recuperar parte de la conciencia. Me fijé en como Rubí lloraba desconsolada, aún sin poder moverse. No, ella no había podido gritar. Nikolái se acercó hasta Cassandra. Ladeó la cabeza con una sonrisa y la soltó un puñetazo que impactó en su mandíbula.

Morriguen le empujó.

—¿Estás loco?

—Tiene que aprender.

Me sentía impotente encarcelado en mi propio cuerpo. Quería ir a hasta ella, protegerla y después arrancarle la cabeza a ese rubio presuntuoso hijo de puta.

—¡Por favor! —volvió a gritar Cassandra cuando se dio cuenta de que él volvía hacia mí—¡Haré lo que me pidas, te lo juro! Me quedaré contigo para siempre, pero no le hagas daño.

Morriguen la mandó callar y la atrajo hacia sí. Cassandra luchaba y seguía suplicando por mí. Nikolái posó la vista en nosotros, con mucha más atención que antes. Dio unas cuantas vueltas con círculos que nos envolvían dentro de su juego. Levantó la cabeza hacia al cielo y entonces se rio. Esta vez como un verdadero psicópata. Una risa interminable y sonora que nos dejó helados a todos.

Luz u oscuridad [Saga centenarios II] ✅Where stories live. Discover now