Capítulo 18

54 7 0
                                    

IAN

El refugio era la única zona del ático que no estaba cubierta de polvo y el único que seguía tal y como lo recordaba. Emma no había atrevido a cambiar nada de un sitio tan importante para Erick. El príncipe miraba la habitación con ojos cansados, aunque todavía había tensión en sus hombros por el momento que acabábamos de vivir. Todos estábamos inquietos. No era lo normal que uno de los dioses saliese de su territorio y menos para una tontería de semejante tamaño. Morriguen había desperdiciado el tiempo.

Cassandra se había vuelto a sumir en sus pensamientos, pero por la forma en que Rubí la miraba sabía que iba a tener que dar unas cuantas explicaciones más pronto que tarde. Eso no iba a impedírselo, yo también tenía curiosidad sobre por qué Morriguen en persona había venido a por ella.

Para sorpresa de todos fue Cassandra la que se levantó y se situó delante de nosotros con los brazos en jarra.

—Siento que hayáis tenido que presenciar ese horrible discurso—habló—, sabía que no estaría contenta con que me marchara, pero no pensé que llegaría hasta el punto de venir a buscarme. No se como pudo saber que estaba aquí.

—Bueno, esta claro que no le ha gustado nada tu decisión—contestó Astrid con un matiz de humor en sus palabras.

Miré hacia Rubí que se había sentado en una de las sillas frente a la mesa con Erick apoyado en su respaldo. Los dos desprendían desconfianza y sobre todo mucho poder. La energía empezaba a acumularse entorno a Rubí creando una cúpula de color dorado y rojizo entre ellos y el resto.

No hacía falta que dijeran nada para saber exactamente lo que pensaban. No la creían. Ni por un momento pensaban que lo que Cassandra estaba diciendo fuera cierto. A mi tampoco me cuadraba nada, pero debíamos darle el beneficio de la duda. Al fin y al cabo fue ella la que me liberó en la isla cuando estaban a punto de matarme.

—¿Querías irte con ella? —solté de golpe. Necesitaba saberlo.

—Quiero estar a salvo—me respondió, mordiéndose el labio—, estoy empezando a recordar algunos fragmentos de lo que era mi vida, por ahora no es suficiente, pero creo que estar aquí es lo que me ha hecho recordar. Puede que empiece a creer lo que decís, solo un poco.

El aire salió de mis pulmones. Mi mente repetía sus palabras una y otra vez en bucle. Por fin empezaba a recordar.

—Ya te dije que veía esa cadena en mis sueños y cuando...—se masajeó las sienes con insistencia—cuando le vi en ese ataúd, pude recordar algunas cosas.

No era lo que esperaba, pero era un comienzo. Emma se limpió un par de lágrimas de las mejillas mientras Astrid le pasaba el brazo por los hombros. Una sonrisa se me escapó de los labios, se esfumó en el mismo momento que vi como Rubí continuaba impasible después de sus palabras.

—Lo que yo creo—canturreó mientras sus dedos daban golpes rítmicos sobre la madera de la mesa—es que te han enviado aquí para hacernos creer que vuelves a ser nuestra querida amiga, pero que en realidad planeas dinamitarnos desde dentro. Seguro que matarme es una de esas órdenes, ¿Me equivoco?

—Aunque lo hubieran hecho, que no es el caso—respondió Cassandra cortante—, no podía enfrentarme a ti. Desde nuestro último encuentro no dispongo de mis poderes. Sería un suicidio ir a por ti sin ellos.

—Eso es cierto—Rubí sonrió de medio lado—, pero hablas de tus poderes de diosa muerte, ¿Qué hay de los otros?

No tenía ni idea de a que se refería Rubí, pero la expresión de Cassandra nos aseguró a todos los presentes que ella si lo sabía. De hecho, perdió todo el color de la cara pasando de un pálido sonrojado a uno amarillento en cuestión de segundos.

Luz u oscuridad [Saga centenarios II] ✅Where stories live. Discover now