Capítulo 14

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IAN

La terraza de nuestro piso estaba iluminada por los primeros rayos de sol. Me reconfortó sentir su calidez y la brisa de la mañana en la cara. Solo unas cuantas personas se habían despertado y se dedicaban a hablar en corrillos delante de la puerta principal. Definitivamente Maternas había cambiado desde la última vez que estuve aquí.

Había salido para esperar a Emma en las mesas de la terraza en las que siempre desayunábamos, pero ya no estaban. En su lugar solo había un par de sillones de mimbre con cojines y una mesita de té.

—Buenos días—oí su voz a mis espaldas.

Se colocó a mi lado, oteando el horizonte del interminable bosque. Su pelo se revolvió por el viento.

—Tenías razón. Este sitio tiene algo especial—me giré y comprobé que tenía una expresión apacible—. He dormido como un tronco.

Sonreí.

—Creo que eso ha sido más por estar a mi lado.

Cassandra sacudió la cabeza y se encogió de hombros.

—Es posible.

No dijimos nada más. Tampoco hizo falta. Había momentos en los que el silencio era mucho más esclarecedor que todas las palabras del mundo. Me sentía aliviado de estar por fin en un sitio al que podía llamar casa, y me alegraba muchísimo por que el terror de los dioses no hubiera llegado hasta este pequeño rincón. Pero no podíamos seguir obviando lo que pasaba fuera de los muros impenetrables del hechizo.

Bajamos a la cocina, entendiendo que Emma nos estaría esperando allí como había dicho la noche interior. La verdad es que estaba deseando ver a mis amigos, con las prisas de la llegada no tuve la oportunidad de saludar a Astrid o a Jude.  Al bajar el último escalón observé que todo estaba silencioso, cosa extraña para ser una cocina en un castillo, y que Emma se encontraba sentada en una silla frente a la mesa con un par de tazas y una jarra delante de ella.

—¿Habéis pasado buena noche? —nos preguntó con voz neutra. Nada comparado a el saludo efusivo de hace tan solo unas horas.

Los dos asentimos y la acompañamos en la mesa. Emma comenzó a servir una especie de infusión con lavanda y valeriana. Después cogió un par de bollos y nos los ofreció con una servilleta. Yo ya empezaba a sentir como los pelos de la nuca se me erizaban. Algo así solo podía ser predecesor de muy malas noticias.

—¿Por dónde empiezo? —cruzó las manos sobre la mesa y soltó un suspiro.

—¿Qué tal por decirme donde están todos? —propuse.

—Está bien—afirmó—. Rubí y Erick estuvieron aquí unos días al volver de la isla, después se marcharon y ahora mismo no tengo ni idea de dónde se encuentran, solo se que están a salvo. Vosotros dos habéis vuelto y eso es algo bueno. Yo llevo dirigiendo Maternas desde entonces.

—Emma por favor, suéltalo ya.

Ella dudó unos instantes para después levantarse bruscamente.

—Venid conmigo.

Nos dirigió a un sótano dónde nunca había estado antes. La temperatura era mucho más fresca, como si estar bajo tierra lo protegiera de las inclemencias del tiempo. Paramos justo en frente de una puerta de metal esperando a que Emma metiera la llave en la cerradura.

La puerta soltó un quejido al abrirse como si llevara mucho tiempo sin usarse. La sala era redonda con las paredes cubiertas de piedra con grabados. Tumbas. En el medio, un ataúd de cristal. Me tambaleé sobre mis propios pies. Emma me agarró por el hombro y me dedicó una mirada de entendimiento. No pude acercarme mucho más. No cuando vi su cuerpo rígido y sentí el frio proveniente de él. Jude había estado muerto todo este tiempo. 

Luz u oscuridad [Saga centenarios II] ✅Where stories live. Discover now