Capítulo 27

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IAN

Me aparté con delicadeza. Por primera vez, la suavidad de su boca presionando la mía no se sentía como algo correcto. Olimpia no fue consciente de mi reticencia y me sonrió al abrir los ojos.

—Estaba preocupada, creía que habías vuelto al templo.

—No, estaba dando un paseo, como te había dicho—le recordé.

—Pensé que era una excusa para ir a hablar con ella—señaló a la pelinegra que hacía lo posible por ignorarnos. Estaba cubierta de polvo, con el pelo enmarañado.

—No necesito excusas para hablar con Cassandra—corté, antes de que la conversación se desviara por ese camino.

Olimpia se limitó a chasquear la lengua.

—¿Estáis todos bien? —pregunté cuando alcancé el rinconcito en el que se habían acoplado, lejos de los demás.

—Por suerte, ¿Y vosotros? —contestó Erick. El resto se mantuvo en silencio.

—No estábamos cerca del templo—habló Olimpia.

Le eché una mirada. Se estaba comportando como una niña dando a entender que estábamos juntos cuando se produjo el fuego. Erick la saludó con un abrazo. No me había parado a pensar en como le había afectado a él la noticia, al fin y al cabo, era amigo suyo mucho antes que yo.

—¿Estáis bien? —insistí cuando me fijé en que Rubí y Cassandra eran las que peor aspecto tenían.

Un guardia nos interrumpió antes de que ninguna de ellas pudiera contestar. Explicó que tendríamos que acampar fuera del templo por esa noche y nos dio varias tiendas de campaña y esterillas donde poder tumbarnos. Cassandra le arranco una de las manos y se alejó del grupo. Erick y Olimpia cogieron las tiendas de campaña e iniciaron la tarea de montarlas mientras murmuraban y hablaban por lo bajo. Emma y Astrid se ofrecieron a seguir repartiendo con el guardia entre los grupos más cercanos. En menos de un minuto Rubí y yo nos habíamos quedado solos. No era incomodo, pero hacía bastante tiempo que no había nadie alrededor para continuar la conversación en vez de dejarla en nuestras manos.

—Estamos bien—aclaró Rubí, sentándose en el suelo.

—No lo parece—me senté a su lado.

Los dos observamos el templo del que aún salía un humo denso y oscuro. Cassandra se había tumbado a unos cuantos pasos detrás nuestra, en el límite, donde las luces de las antorchas de la ciudad dejaban paso a la oscuridad.

—Así que... Olimpia está viva—comentó, observando como Erick y ella se ayudaban para levantar las tiendas—. Debes de estar muy contento.

—Por lo menos nadie me engañó esta vez, yo mismo vi como moría—le recriminé.

—¿Vas a estar enfadado para siempre? —odiaba su tono, odiaba que pensara que lo que había hecho era solo una broma de niños.

—Rubí, no tengo fuerzas para pelearme contigo en estos momentos, como tu bien has apuntado tengo muchas cosas por las que preocuparme—Apretó los labios como si intentara guardarse una opinión para ella misma.

—Yo he dicho que deberías alegrarte porque tu novia este viva—corrigió.

—Lo estoy—protesté.

—Bonito beso, por cierto. A Cassandra le ha encantado—el tono agudo y cortante de su voz me enervó de tal forma que lancé una de las piedras sobre las que estábamos sentados y la lancé lo más lejos que pude.

—¿Es que ahora te pones de su parte? —demandé, atrayendo la atención de los demás.

—No conozco a Olimpia, no se que ha hecho en todo este tiempo que tu pensabas que estaba muerta.

Luz u oscuridad [Saga centenarios II] ✅Where stories live. Discover now