Capítulo 36

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IAN

Las personas del bosque no hablaban y preferían los actos, por lo que incluso habiendo superado su prueba tuvimos que hacer un largo camino antes de comprender lo que nos querían decir. A Rubí y a mi nos sobrevino la duda. Nos alejaron del castillo y apenas podíamos ver el mar. Cada vez nos adentrábamos más en el bosque.

El camino fue fácil, sin ninguna persona perdida que pudiera reconocernos. El bosque seguía sus órdenes o al menos les tenía el suficiente aprecio como para hacerles favores. Encontraban las mejores zonas donde parar, repletas de bayas y flores sabrosas. El agua era clara, tenía un sabor dulce y te mantenía hidratado por más tiempo. Los animales también lo notaban. El último tramo de nuestro camino había sido guiado por mariposas de todos los colores y clases.

—Este es el lugar.

Rubí señaló una hendidura en la montaña. Parecía que dos rocas se hubieran fusionado para crear una puerta natural. Me asomé un poco. Dentro estaba muy oscuro y me daban escalofríos solo de pensar en tener que meterme ahí, sobre todo si no tenía la seguridad de poder salir.

Las personas del bosque se disolvieron hasta que solo quedaron un par. La chica del ritual abrió la palma de la mano de Rubí y dejó algo sobre ella. Signó de nuevo y se marchó junto a su pueblo. Desaparecieron en unos segundos camuflándose en el bosque.

—Vamos—me apresuró Rubí yendo hacia la entrada de la cueva.

—Dime que no hay que ir bajo tierra—supliqué.

—No hay que ir bajo tierra—mintió.

—¿Cómo vamos a lograr orientarnos?

Rubí me mostró lo que la chica le había dado. Un cristal redondo y transparente. Sacudí la cabeza dando a entender que no sabía a qué se refería. Me arrastró hacia la entrada de la caverna, donde estaba oscuro y el cristal empezó a refulgir.

—Brillará cada vez más según nos vayamos acercando, si nos desviamos se apagará.

Asentí. Miré el interior de la cueva y me pareció incluso más amenazador que antes. Las paredes estaban pintadas con símbolos que no comprendía. Intuí que era la cadena montañosa que dividía y separaba Riederlaph de resto de reinos. Si había túneles para llegar hasta Xilex también debía haber para pasar al otro lado. Puede que los símbolos dibujados tuvieran algo que ver en el por que nunca nadie había traspasado la frontera.

—Han dicho que nos llevara exactamente hasta los sótanos del castillo.

—Pues a que esperamos—me precipité con nerviosismo.

Cuanto antes empezáramos antes podría salir de esa tumba.

Rubí iba delante para ir alumbrando el camino. Los primeros metros el techo de la cueva era de dos metros, pero iba menguando según nos adentrábamos. Tanto que teníamos que ir encorvados. Apenas había el suficiente espacio entre mis brazos y la pared para no rozarme al caminar. La bola seguía emitiendo luz así que de momento íbamos por el lugar correcto.

—¿Crees que estará bien? —pregunté. Llevaba rato dándole vueltas.

Rubí tardó un momento, pero contestó.

—No—al menos era una respuesta sincera—. Nadie puede estar bien encerrada con alguien así. Es fuerte. Podrá aguantar hasta que lleguemos.

—Me odiará, no querrá verme.

—Creo que ella ya tiene suficiente con odiarse a sí misma, aunque estará decepcionada.

Toqué la humedad de las paredes. Nos acercábamos al mar.

Luz u oscuridad [Saga centenarios II] ✅Où les histoires vivent. Découvrez maintenant