Capítulo 20

3.4K 145 21
                                    

          La luz fluorescente que brilla en la habitación comienza a molestarle. Acostado en el sillón, obstruye la luminosidad, cubriéndose la cara con su brazo derecho. Aunque este quieto en el cuero negro, siente como su mente inquieta da vueltas por toda la habitación. Es en esos momentos cuando más extraña dormir. Dejarse llevar por los dulces trances del sueño y caer en los brazos de Morfeo. Pero cree que seguramente sus sueños se convertirían en pesadillas, producto de todas las vidas quitadas que tiene que cargar a sus espaldas. Como la chica del callejón, quien no tuvo la culpa de estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. A veces tiene la impresión de que no logra reponer sus energías gastadas en parecer humano. Físicamente puede escalar una montaña, demoler un edificio, o luchar contra algún oponente, pero mentalmente los años le pesan. No tendrá el cabello blanco y la piel repleta de arrugas, pero su vejez interna existe.

Lo único que espera es que los integrantes del Consejo solucionen el problema de la falta de sangre, porque si no se verá obligado a alimentarse de otro ser humano, y su voto a favor de la Ley de Seres será una hipocresía. Se recompuso luego de morder a la chica morena pero su carácter explosivo siempre necesitó una gran dosis para ser calmado.

          Un sonido lo regresa a la realidad. La puerta de su Residencia es abierta y escucha los pasos de una criatura entrando a la habitación. Continúa en su posición despreocupada, aunque afina sus sentidos. El aroma a sangre mezclado con un perfume intenso le azota la nariz. Los movimientos un poco toscos del ser al acariciarle el cabello, lo delatan. Dean se descubre los ojos para encontrarse con Karmel parada al lado del sillón tocándole el castaño pelo. La vampiresa le sonríe tranquilamente mientras posa su otra mano en la mejilla del muchacho.

— Necesitas amor propio. — Gruñe Dean escapándose de las caricias de ella.

— Solo te necesito a ti. Vine para finalizar lo que dejamos inconcluso. — Responde aún sonriente.

— No estoy de humor.

— ¿Es por la indefinida que estas así? — Suspira notando el silencio del vampiro. — Nosotros hicimos un juramento en el que siempre estaremos vinculados. Entonces pregúntate, quien estuvo a tu lado siempre. Yo, no esa niña. Ella no sabe ni la más mínima parte de lo que eres, en cambio, yo lo sé todo y nunca te juzgue.

— Recuerda que tú me abandonaste en Paris. — Contesta el muchacho incorporándose del sillón.

— ¿Esa es tu razón para querer romper nuestro vinculo?

— Tuve varias. — Confiesa mirándola de reojo. — Estando contigo lastimaba a muchas personas que no se lo merecían, me hiciste un fugitivo ante el Consejo, me usaste como si yo fuera tu asistente, hiciste que el Consejo me atrapara primero para poder ganar tiempo así te escapabas. En definitiva, quiero romper el vínculo porque solo fui un peón para ti.

— Estas muy equivocado ¡Siempre me acusaste de obligarte a beber sangre, pero tú eras quien necesitaba atacar a los humanos! Si el Consejo nos seguía era por el rastro de muerte que tu provocabas. Acuérdate que yo no fui quien mataba a familias enteras.

— ¿Entonces, viniste aquí para jactarte de lo asesino que era? — Pregunta entrecerrando sus ojos pardos.

— No, vine aquí para decirte que todas esas cuestiones no me interesan. Yo siempre te quise sin importar lo que hayas hecho, por eso, quiero darnos una segunda oportunidad.

— ¿Acaso te volviste loca?

            Karmel mueve sus largas piernas de manera tal que termina encima del vampiro, quien no opone resistencia, sino que la contempla con incredulidad. Ella juguetea con el cabello de Dean, mientras deposita besos húmedos en el cuello de este. Los ruidos de la Residencia les parecen lejanos al estar inmersos en una burbuja de lujuria.

La caja de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora