Capítulo 11

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                 Lo primero que siente al levantar los parpados es la falta del cuerpo frío del vampiro contra el suyo. Sin voltearse, continuando en su posición de despertar, tantea con sus pies el otro extremo del colchón asegurándose el paradero del muchacho, pero la decepciona la lógica de que él no se encuentra allí. Amargamente piensa que de seguro Dean abandonó la habitación ni bien se quedó dormida. Exhala pesadamente y divisa la hora del reloj cercano a su cama mientras aparta las sabanas.

Piensa en no ir al Instituto, pero esconderse no servirá de nada. Para ella su periodo de autocompasión terminó aquella mañana. Estar rodeada de personas tal vez le haría olvidar todo lo ocurrido. Lo único que sabe con certeza es que la retraída e insegura Jenna Willmort había muerto cuando la sangre de Vanessa toco sus labios.

El silencio la abraza al salir de su cuarto. Da unos pocos pasos hasta la mesa del comedor en donde se encuentra una hoja de papel con la caligrafía inconfundible de Helen. Enseguida una ola de culpabilidad la embriaga recordándole que no se preocupó por ella la noche anterior luego de que Dean la envolviera en sus brazos.

"Me tuve que ir a trabajar más temprano por un imprevisto, no te quise despertar. Mamá."

          Ese mensaje le provoca una enorme confusión. Tal vez por la helada manera de comunicárselo o por omitir un "te quiero o te amo" que usualmente en las notas de ese tipo se emplean. Claro que pensándolo bien Helen jamás escribió una nota terminada con esa frase afectuosa, pero el hecho de que este bajo la influencia de un vampiro abre muchas dudas en su mente. Sin contar el apodo de mamá que ahora cree obsoleto. ¿Cuánto durará la persuasión? ¿Seguirán la relación madre e hija como siempre ha sido? ¿Podrá hablar con ella sin que el asco y la agresión se hagan presentes en Helen? ¿Su verdadera madre la habrá querido...o por lo menos se habrá sentido mal cuando abandonó a un bebe? ¿El parto no genera un sentimiento de vínculo entre la madre y el hijo? Muchas preguntas sin respuesta la enloquecen al punto de suprimirle el apetito.

Sin desayunar, toma una ducha rápida intentando despegarse de la mente esas interrogantes inquietas. Luego, recordando que ahora encabeza la fila de bichos raros gracias a que obtuvo sus poderes de una manera poco práctica, se viste con el uniforme utilizado de insignia para identificar las clases altas.

                      Sabiendo que solo cuenta con un único medio de transporte recoge su mochila para luego esperar en la parada del autobús el cual la llevará a Pandora sin costo alguno. Pudo haber caminado hasta esta pero las veinte cuadras que separan a su departamento del establecimiento fueron razón suficiente para querer abordar el vehículo. Lo único que la consuela es saber que los alumnos como Vanessa poseen sus propios autos y desprecian abiertamente el ómnibus escolar en donde según ellos se concentran la escoria de Pandora. Además podrá reanudar sus pensamientos sin interrupciones ya que las únicas personas que se dignan a hablarle, sus amigos, concurren a Pandora en el auto de Rubí quien obtuvo su licencia de una manera no muy legal.

Dentro del autobús un malhumorado conductor y un mar de alumnos hablando a los gritos la reciben con indiferencia. Olores tanto corporales como artificiales le azotan el olfato dejándola atónita por una fracción de segundo. Intentando mantener el equilibrio mientras el hombre arranca nuevamente el autobús, divisa un asiento ocupado por un solo individuo el cual mantiene sus ojos clavados en el vidrio de la ventana. Sin buscar otro lugar, se sienta junto al chico absorto en el cristal quien ni se inmuta ante la presencia de ella.

— ¡Jenna! — Siente que alguien la llama desde el fondo. Cuando decide voltearse teniendo la sensación de que escuchó mal y en realidad nadie se dirige a ella, observa el brazo extendido de un muchacho de fuerte contextura.

La caja de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora