Capítulo 5

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               Tuvo una noche bastante agitada. Sus pensamientos no la dejaban dormir, era como si una constante red eléctrica pasara por su cerebro cada vez que estaba a punto de conciliar el sueño. Palabras en un tono firme pero divertido le resonaban en los oídos, no podía despegar de sus retinas las miradas salvajes de aquel muchacho o las actitudes de creerse mejor que el mismo Cielo. Había algo en él, algo que no le permitía dejar de pensar en otra cosa que no sea en él. Cada gesto, que tuvo oportunidad de estudiar, fue suficiente para agasajarla. Y todo eso lo pagó muy caro cuando por la mañana Helen la sacó a rastras de la habitación creando una fea pelea entre ellas. A su defensa, Jenna gritaba que no pudo pegar un ojo en toda la noche pero su madre solo entendía sus propias razones que se relacionaban con que su hija menor no le podía responder de ese modo, faltándole el respeto.

La chica molesta se encerró en su dormitorio azotando la puerta, gesto que Jenna arrepintiéndose entendió por caprichoso y dramático, cualidades que según su criterio no la describen en absoluto. Se vistió velozmente mientras escuchaba el reproche de Helen del otro lado de la puerta. Tomó sus pertenencias y buscó su celular, el cual tenía muchas llamadas perdidas y mensajes de sus amigos preguntando donde se había metido. Pensó en responderlos en ese momento, pero su madre gritaba que se diera prisa entonces decidió que iría ella en persona esa mañana para contarles lo que estaba ocurriendo distorsionando algunos detalles.

Pero antes debía finalizar la clase de Crocs, quien está realmente emocionado por el experimento que llevará a cabo, en la que los estudiantes se posicionan en fila frente a la pizarra para trabajar en una tarea práctica que el profesor le parece adecuada. Jenna deja su asiento para incorporarse última a la hilera de criaturas que siguen mirándola cual leones como a un indefenso venado. Estudiándolos bien los asocia a los delincuentes que esperan su sentencia, tranquilos pero que por dentro emerge un mar de insultos.

Primero en la fila está Dean concentrado en un punto fijo en la habitación, el vacío. Cruzado de brazos echa una ojeada a la fila entera, encontrando los ojos mieles de la chica confundida que no sabe lo que quiere. Vuelve a su posición normal y le dirige una rápida mirada a Crocs pidiéndole que se apresure porque sino su calma desaparecerá. Después del muchacho de cabello despeinado, le sigue la vampiresa de ojos ambarinos, los cuales cubiertos de maquillaje negro, admiran con deseo la espalda ancha de Dean, quien no advierte la mirada de lujuria despertada en Karmel. De inmediato unos celos incontrolables asaltan a Jenna que observa molesta la escena apretando los dientes. Para calmarse se dice que él no le conviene ya que es un vampiro, una criatura impredecible y que ella no le podría brindar nada que él no haya visto.

Karmel, dejándose de morder el labio en señal de lo que le despierta el vampiro, coloca sus manos a los costados de su cintura en una pose autoritaria e intenta llamar la atención de Crocs, el cual sostiene una fuente metálica ovalada que todos en la habitación miran expectantes teniendo una idea de lo que contiene.

— ¿Nos mostrarás sangre, verdad? — Inquiere Karmel sabiendo que la respuesta es un sí.

— Es fascinante la forma como dices cosas tan obvias creyendo que has descubierto algo. — Responde Dean sarcástico, mirándola por encima de su hombro.

— Tengo curiosidad, Dean ¿por qué estás aquí? — Pregunta queriendo desquitarse ante el desprecio de él. — ¿Te aburriste del papel de bueno y te atraparon succionándole a una niña la sangre? Oh, espera, eso ya pasó.

       Jenna enseguida nota como el vampiro contrae los músculos de la espalda adoptando una pose de enojo descontrolado, el cual necesita ser liberado. Cuando se está por dar vuelta con la mirada encolerizada, Crocs deposita la fuente metálica provocando un estruendo. Todos los pares de ojos en ese salón se dirigen allí al ver que el profesor destapa el recipiente. El inconfundible aroma al líquido rojo se les impregna en el olfato dejándolos sin habla.

La caja de PandoraWhere stories live. Discover now