Capítulo 27

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          La noticia del incendio en un departamento ubicado en pleno centro de la cuidad se hace viral en menos de dos horas. No es común que ocurra semejante situación, por lo tanto, la mayoría de la población queda consternada. Muchas personas que les pica la curiosidad llegan allí para presenciar la culminación del trabajo de los bomberos, quienes están agotados de pedirles a los individuos agolpados en la acera que dejen espacio para que ellos puedan operar. El edificio fue evacuado, las llamas consumidas, y los cuerpos fueron retirados. Solo resta estudiar la estructura de la construcción, por si existe algún peligro de derrumbe.

       Los familiares de los fallecidos son convocados a la morgue para hablar con los forenses. Allí se presentan Isidora Mills —madre de Helen—, y Steven Willmort. Por primera vez en mucho tiempo, yerno y suegra se ven los rostros, con mucha apatía. La mujer en silencio se dedica a temblar cada vez que una camilla con un nuevo cuerpo llega al lugar, y el viudo, aullando por la muerte de sus hijos, pregunta sin cansancio en donde se encuentran los fallecidos.

Después de una hora, el médico forense les da la orden de ingreso a la sala fría. Cientos de lo que podrían llamarse gavetas colman las paredes. El hombre encargado de ese sector, abre con su mano enguantada de látex blanco, dos metálicos rectangulares compartimientos, dando visibilidad a los cuerpos. Ambos tienen alrededor del tobillo una etiqueta con el nombre de la persona para que sean identificables. Steven se derrumba al distinguir "Jeffrey Michael Willmort". El médico, de lo más natural, toma entre sus manos una carpeta que parece ser la ficha clínica de los cadáveres.

— Los cuerpos ya fueron reconocidos, como podrán ver, por vecinos de la zona. — Dice en un tono neutral, sin reparar en los ojos anegados de lágrimas tanto de Steven como de Isidora quien se abraza a sí misma para apaciguar el temblor. — Fueron convocados aquí por los resultados de la autopsia, cuya realización se llevó a cabo por la sospechosa situación de muerte, ya que las alarmas de incendio fueron apagadas. La causa de muerte de Helen Mills fue por las quemaduras intensas producto del fuego, y la de Jeffrey Willmort se debe a un envenenamiento previo al incendio.

— ¿Envenenamiento? — Pregunta perpleja, casi sin aliento, Isidora.

— Hayamos una sustancia toxica dentro de su sistema, pero no logramos identificar su origen. Nunca antes la habíamos visto. La policía se encargará de hacer las investigaciones correspondientes, por ello, le pido que se mantengan en el edificio hasta que los oficiales los interroguen.

— ¿En dónde tienen a mi hija? Jenna Willmort. No me hablaron de ella. — Tartamudea Steven. El forense revisa sus papeles.

— Disculpe señor, pero no hay registro del ingreso de esa persona.






         Escucha los sonidos de las ratas moviéndose por toda la estructura de la casona. Percibe sus chillidos. Oye como se deslizan sobre el suelo, provocando que cruja la madera. Las paredes dan paso a la humedad generada por la lluvia que azota al exterior, alborotando a los animalitos, pero ella continua sin interesarle el hecho de que esos roedores están tan próximos a ella. En forma de ovillo se mantiene contra una pared descascarada, pronunciando las mismas palabras continuamente. Tampoco le importa estar cubierta de sangre seca. Habla para sí misma tan rápido que pareciera tener un ataque, con sus ojos mieles abiertos como platos clavados en un punto fijo y sus manos temblorosas en posición de orar.

        Se encuentra tan sumida en su mundo, que no repara en que la puerta de entrada se abre estrepitosamente. Criaturas sobrenaturales, se pasean por el lugar en busca de la indefinida quien solo levanta la vista en el momento que le tocan el hombro. Sobresaltada, susurra la misma oración de siempre, mientras recorre con la mirada desorbitada las caras sin nombre.

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⏰ Last updated: Dec 05, 2016 ⏰

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