Capítulo 19

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            Sólo recuerda que se escapó velozmente de la casa del Oráculo sin que esta pudiera retenerlo. No tiene ni la más mínima idea sobre cómo llegó a aquel angosto callejón oscuro. El repugnante olor a basura de los contenedores le agita el olfato, provocándole violentas arcadas de las cuales nada sale. Tiene la impresión de que su estómago se retuerce dentro de él. Apoya su mano izquierda en la pared de ladrillo para tener un sostén ya que sus piernas parecieran no responderle. Mientras con su otra mano libre, despeina su cabello castaño pegado a su sien por el sudor frío de su cuerpo. Sin poder evitarlo posa sus ojos en el pequeño redondel plateado que tiene en su dedo. Su verdadera naturaleza siempre estuvo latente en él, más de lo que pensaba. La revelación que le confió el Oráculo aumentó descomunalmente sus ansias de sangre. No puede estar cerca de Jenna por temor a herirla físicamente, pero tampoco puede continuar con su existencia ignorando la presencia de ella. Además si decide alejarse será completamente imposible ya que debe cuidarla.

         Sintiendo como palpita su cabeza, distingue un haz de luz abrirse de la pared de ladrillo. Entrecierra sus ojos para agudizar su mirada y contempla una chica morena de uniforme blanco saliendo de la puerta colocada en el callejón. Dean enseguida comprende que debe estar en la salida de emergencias de alguna cocina perteneciente a un restaurante. La chica con intenciones de arrojar la bolsa de basura entre sus manos, abre el contenedor sin darse cuenta de que el vampiro está detrás de ella. Dean siente la penetrante fragancia a eucalipto emanado de la chica, y por debajo de eso el sudor salado... y más profundo el aroma a sangre humana. La chica al voltearse observa por primera vez a Dean con los ojos como platos.

— ¿Estas bien? — Pregunta consternada acercándose a él. — ¿Te puedo ayudar en algo?

         Dean siente sendas sacudidas de dolor cuando sus colmillos, involuntariamente, se asoman clavándose en su labio inferior. Escucha el grito sofocado de la chica que intenta regresar a la cocina, pero él es más rápido. La agarra agresivamente haciéndola girar, hundiéndole los caninos blancos en el cuello. La sangre explota en su boca teniendo ese sabor sin igual. Era como si en todo ese tiempo sin sangre humana le hubiera faltado el aire y ahora estuviera respirando por fin, inhalando gigantescas bocanadas de oxigeno frío y puro. La chica se debate entre sus brazos corpulentos y lo empuja para librarse de la prisión, pero él no se da cuenta. Ni siquiera se da cuenta cuando ella se queda flácida, resbalándose de él hasta quedarse en el suelo con Dean encima de ella, sujetándola por los hombros bebiendo.

— Me uniría pero tengo la impresión de que la drenaste toda. — Comenta una voz femenina.

        El vampiro levanta su cabeza del cuello de la chica para mirar a la sombre. Karmel de pie con los brazos cruzados lo observa orgullosa. Dean se incorpora dejando en el suelo a su víctima. En definitiva, la vampiresa tenía razón. La chica yace inmóvil sin una gota de sangre en su sistema. Pero eso a Dean no le importa. Oleadas de energía recorren su cuerpo como una descarga eléctrica. El dolor de cabeza y de estómago, desaparecieron. Parece como si la noche hubiese explotado como una luz prismática. Todo le parece hermoso, incluso ese callejón mugriento.

— ¿Qué haces aquí? — Pregunta jadeando, consciente de que debe tener los ojos rojos.

— Estas a cien metros del bar de Zachary. — Responde con naturalidad. — Cree en el destino.

— El destino es una perra que intenta controlar tus acciones. — Declara agrio.

— Por lo que veo, tuviste un mal día ¿no?

— No fue un día glorioso, si eso te preguntas.

— ¿Qué harás con el cuerpo? — Inquiere señalando al cadáver de la chica en el suelo.

La caja de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora