Capítulo 16

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            Contempla el reloj nuevamente con el nerviosismo a flor de piel. Es así que empieza a morderse las uñas estropeando el barniz color negro que sabe asqueroso. Vuelve con paso ansioso a su habitación para confirmar que todo está en orden. El vestido celeste encima de su cama sin ningún pliegue, las sandalias que se ocultarán por la falda de la prenda—eso le agrada porque no deberá usar incomodos tacones—, y la máscara clara sobre sus manos que deberá cubrir madia porción de su cara.

Le parece irónico el uso de máscaras ya que la mayoría del alumnado de Pandora vive ocultando su verdadera identidad debajo de una fachada que se mantiene en todos los años de escuela. Hasta que la máscara se convierte en su auténtico rostro, ocultándoles a sus padres sus deseos con respecto a cuando terminen la secundaria o su orientación sexual. Jenna admite que también formó parte de aquellos estudiantes cuya confusión sobre una carrera universitaria era enorme. Pero en este momento de su vida— mortal o inmortal— los problemas relacionados con que estudiar en la Universidad, no son importantes porque la realidad es que tal vez no exista ni campus ni experiencias de vida como emborracharse y despertar con un dibujo indeleble en el brazo. A pesar de esto, se conforma con una noche en donde esa mascara volverá a ella viviendo situaciones banales con el resto de la colegiatura.

           Cuando Jenna había terminado de bañarse, Helen la increpó saliendo de los confines de su habitación cerrada con llave. Le preguntó de una manera prepotente con quien irá al baile— supo que habría uno por el vestido en el dormitorio de Jenna, no porque su hija se lo haya contado—, la muchacha con ese aire frio inundándole las palabras le informó que sus amigos la recogerían a las nueve en punto. Helen refunfuñando porque Jenna es tan extraña que ni siquiera consiguió una cita real, indagó sobre el joven apuesto que cenó con ellas la otra noche. Sin ánimos, la chica, le respondió que lo de ellos era historia.

         Regresando a su cuarto, considera oportuno empezar a vestirse. Continua preparando sus cosas sin entender la razón por la cual se siente tan nerviosa, pero automáticamente se dice que es porque verá de nuevo a sus antiguos compañeros. Mientras se retira la bata de baño, dejando su cuerpo desnudo, piensa que jamás entenderá el porqué. De pie, estira la mano para agarrar el vestido pero inmediatamente siente una descarga fría correr por su espalda. Conoce esa sensación y cierra los ojos en un arrebato de vergüenza cuando nota que ella solo viste la ropa interior.

— ¿Qué quieres, Dean? — Inquiere inmóvil de espaldas al muchacho sonando en sus oídos chillona.

— Vengo por última vez a convencerte de que no asistas al baile.

— ¿Por qué siempre eres tan inoportuno? — Pregunta más para sí misma. — ¡Necesito vestirme!

— ¿Qué te lo impide? — Responde el vampiro. Jenna aunque no lo esté mirando puede sentir la sonrisa burlona ensanchada en la cara de Dean.

— No puedo si estás tú.

— ¿Por qué? — Cuestiona incrédulo encogiéndose de hombros. — No tienes nada que no haya visto antes. A menos que tengas un tercer pezón, eso sería interesante de ver.

           Jenna en respuesta suspira poniendo sus ojos en blanco. Sin dirigirle siquiera un vistazo, empieza a colocarse el vestido. Dean la observa mudo, admirando la rosada piel de la joven que parece inmaculada como las de los vampiros. Seguramente es muy suave al contacto, piensa deseando pasar la yema de sus dedos por el cuerpo de la chica. Detiene sus ojos castaños en la curva de la espalda pequeña que comienza a ser cubierta por el vestido celeste, controlando el impulso de desabrocharle el sujetador en un movimiento experto. Luego posiciona su mirada sin ningún pudor de contemplar el cuerpo de la muchacha, en las piernas largas y esbeltas de Jenna que cataloga como perfectas.

La caja de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora