Capítulo 24

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          Su mente da vueltas por toda la habitación. Imágenes fugaces como rayos, aparecen en sus retinas dejándola alterada. La envuelven recuerdos, que ni siquiera sabía que tenía en su memoria. El ácido de su boca se propaga por todo su cuerpo. Toma bocanadas de aire, pero lo siente viciado como si fuera humo. Emite un grito que queda ahogado en su garganta. Gimotea entre pensamientos, y de vez en cuando abre sus ojos para no divisar nada. La presión de su pecho crece, hasta el punto de hacerla estallar en un grito agudo.


            "Un perfecto día de verano. El sol comienza a picar en las pieles de los niños que juegan alegremente en el parque cercano a su departamento. Hasta ese entonces, la pequeña Jenna, no tenía amistades, excepto por su hermano favorito. Jeffrey depositando el balón en el césped, juega con su hermanita menor quien tiene que soportar los juegos masculinos. El niño riéndose de Jenna por no poder sacarle la pelota, se regodea en su éxito. La pequeña bufa impaciente, cuando una figura aparece entre los árboles. Alto, con cabellos ensortijados, y ojos grises, la saluda observando la escena. En un movimiento de muñeca, la pelota estalla, y Jenna sabe que es obra de él.

¡Jenna, deja de hacer trampa! — Exclama un Jeffrey molesto de ocho años, que le recrimina por inercia a su hermana. — Hasta los balones desaparecen por lo mala que eres jugando.

— Yo no fui, lo hizo Charles.

— ¡No existe! — Grita cruzándose de brazos.

— Sí que existe, es mi hermano. — Afirma apretando sus dientes.

— Si lo fuera, también sería el mío, y yo no veo a nadie aquí."


         Ante ese efímero recuerdo, se retuerce en la camilla, murmurando cosas inteligibles. Solo comprende, que unos fuertes brazos la sostienen, funcionando como anclas para atarla a la realidad. La fragancia a maderas orientales y cuero, sirve como su salvavidas personal. Pero un ensimismamiento la aparta de la cordura deseada. Asustada, se aferra a las extremidades del individuo cercano a ella.


           "Con un esmoquin negro, manchado de sangre en la camisa, Dean sonríe exponiendo sus colmillos. Entrelaza sus manos con las de Karmel, quien parece una princesa con su espeso cabello rubio atado, y un vestido blanco hasta las rodillas, manchado de sangre. Solo se encuentran ellos, y una bruja que tiene en su poder dos pequeños cuchillos de plata untados en un brebaje. El lugar parece salido de una película de terror, lleno de telarañas, vigas derrumbadas, y con cinco cuerpos humanos tirados en el suelo sin una gota de sangre.

— Yo, Karmel Wells, prometo que estaré junto a ti hasta el fin de nuestra existencia. — Declara solemne la vampiresa.

— Yo, Dean Polak, prometo que estaré junto a ti hasta el fin de nuestra existencia. — Repite con sus ojos rojos llameantes.

— En cuanto se corten mutuamente, el vínculo estará hecho.

Ambos toman la daga, otorgada por la bruja. Dejando al descubierto la porción de piel en donde está el corazón, los dos vampiros se disponen a cortar al otro. Trazan sus iniciales sobre el cuerpo de la otra criatura, mientras hilos de sangre sobrenatural caen en sus ropas. Cuando la marca está hecha, se observan con una voracidad intensa.

— Ustedes ya están oficialmente vinculados. "


        "Encerrados en un cuarto de hotel, ambos vampiros se alimentan de una señora de maestranza, quien emite gritos acallados por la persuasión empleada en ella. Pasan su primera noche de vinculación entrelazando sus manos mientras beben sin remordimientos. Karmel se separa de la empleada, para juguetear con el cabello castaño de su acompañante. Los dos sobrenaturales deciden dejar en el suelo a la mujer, con el fin, de besarse ardientemente. Pero cuando Dean se distrae entre los labios de la vampiresa, esta le rompe el cuello. El muchacho yace junto con el cadáver humano, y Karmel abandona rápidamente el hotel.

La caja de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora