Capítulo XV. Fogata

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Hoy
Fogata
Reino de DunBroch

-Y entonces, le arranque su pulgar, únicamente con mis dientes. Y desde ahora, vive entre las sombras, acechandome, buscando su venganza. -dijo el vikingo con un aire tenebroso.

-Patán, eso nunca sucedió. -se quejó el rubio a su lado.

-¡Claro que sí! Tal vez habré cambiado uno que otro evento, ¡pero sigue siendo lo mismo!

-Nosotros estuvimos ahí, nada de eso paso.

Todos los vikingos, junto a uno que otro amigo que hicieron en aquel reino, se encontraban en una de las puntas más altas del reino; rodeándo una fogata contando historias. Algunas que otras, claro que no eran ciertas, pero era divertido pensar que sí.

Entre ellos, se encontraba aquel castaño. Después de pasar su día divirtiéndose con la princesa y el príncipe, no le pareció mala idea estar con sus amigos. Aunque en la mayor parte de las historias su mirada se encontraba perdida en sus pensamientos.

-¡Diles algo Hiccup! -se quejó el pelinegro mientras todas las miradas se posaban en el susodicho- ¿Hiccup? -llamó nuevamente.

-Perdón, ¿qué decían? -respondió dudoso.

-¿Te sucede algo? Desde que llegaste te encuentras raro.

-Chicos, chicos, ¿acaso no lo ven? -mencionaba con obviedad, el rubio, mientras se posaba a un lado del castaño y tomaba con una mano sus hombros- Hiccup se va a casar dentro de poco; está pensando en Astrid. Nuestro jefe está enamorado.-dijo Brutacio mientras juntaba sus manos a su rostro y perdía su mirada a las estrellas simulando estar enamorado.

Varios comenzaron a reír, entre ellos el castaño, para apartar a su amigo con su mano posándose en su rostro.

-¿Qué se siente Hiccup? ¿Poder compartir el resto de tu vida con el amor de tu vida?

-Por supuesto, Hiccup está enamorado de Astrid desde... desde siempre. A de ser un sueño hecho realidad para tí, ¿no es así? -mencionó emocionado Patán a Hiccup.

-Claro, un sueño hecho realidad. -suspiró.

Se levantó, un poco de tiempo después, entre risas, con la excusa de ir por un poco de agua y salir de ahí. Mientras caminaba por los pasillos, se le era como una tormenta de emociones.

Desde que llegó a DunBroch, no a dejado de pensar en Astrid todas las mañanas. Pero cuando estaba con la pelirroja, la olvidaba por completo. Y sabía que la rubia no se merecía nada de eso.

Al subir nuevamente, mostró una sonrisa grande para incorporarse nuevamente. Pero ahora, había una invitada entre ellos.

-Ya era mi fin, solo era cuestión de tiempo de que Mord'u tomara mi cuerpo y alma como lo había hecho durante tanto tiempo con mi pueblo.

Mientras la pelirroja relataba, todos los presentes se encontraban mostrándole sumamente atención a cada palabra que daba. Algunos, se encontraban abrazados uno con uno.

-¿Y que sucedió? ¿Sobreviste?

-Fue un milagro que lo haya hecho o tal vez, solo me perdonó la vida. Tal vez él haya muerto, pero, muchas personas siguen relatando que al adentrarse al bosque, sienten una mirada fija en ellos, como si algo o alguien los estuviese acechando -se levantó de su asiento para caminar detrás de sus amigos los vikingos-. Algunos dicen, que aunque su alma se encuentra en paz, una parte de ella sigue en los bosques. Buscando venganza a los que le arrebataron su destino. -por último, la pelirroja dió un leve gruñido entre los chicos para provocar un leve brinco entre ellos.

Volvió a su lugar nuevamente para colocar más leña al fuego. Varios de los escoséses presentes, aseguraban a los invitados que cada palabra que decía la princesa era cierta. Y aunque intentaban disimularlo, un leve sentimiento de temor los acechaba.

-Cariño, deberías dejar de asustar a nuestros invitados -dijo el rubio entrando a escena tomando de los hombros a la princesa-. Pero, recuerden que queda estrictamente prohibido salir solos al bosque en la noche. Los que ignoran esto, no llegan a verlo por estos rumbos nunca más. -dijo lo más serio posible para que el temor en los chicos aumentará.

-Ja, yo me río del peligro. -dijo el pelinegro entre una risa nerviosa.

-¿Así? Bueno, creo que es mi turno de contar una historia -respondió para sentarse a un lado de la pelirroja-. Mi historia no es distinta a la de ustedes, pero la mía es de un hombre y un mounstro. Todo comienza en una noche obscura, en los muelles de un lugar tan desconocido para ustedes pero un hogar para mí.

Mientras más prosegía su relato, los vikingos se encontraban fascinados con cada palabra que decía. Tal vez ciertas palabras de las historias contadas está noche eran ciertas, y otras no, pero es la magia de contar historias frente a una fogata.

Durante los relatos que contaban, un joven castaño se apartaba de la fogata para encontrarse con las luces que iluminaban la noche. De alguna manera, le reconfortaba ver las estrellas; tan lejos de ellos y tan hermosas.

-¡Hey! Chico solitario, ¿por qué no te unes a las historias? -dijo una voz detrás suya para después postrarse a un lado suyo.

-Creo que estoy bien aquí, tal vez para la próxima.

-Son hermosas, ¿no? -suspiró unos minutos después, la pelirroja, mirando el cielo.

El castaño no pudo evitar mirar a la princesa con dulzura mientras observaba las estrellas. Esbozó una torpe sonrisa para exclamar:

-Lo es.

Aunque ninguno lo dijera, era lindo ver las estrellas juntos como en los viejos tiempos, antes de todo. Solo eran ellos dos, junto con chimuelo, observando un escenario de miles de estrellas.

-Él a de estar orgulloso de ti -soltó el chico con una sonrisa-. De la princesa que te convertiste hoy en día. Nunca se imagino que salvarías a tu reino, que pelearías con un oso o que incluso romperlas una tradición de generaciones -soltó una pequeña risa-, pero eso te hace increíble. Eso a de pensar ahora que nos ve de haya arriba.

La pelirroja quedó sorprendida a las palabras del chico. No era necesario que el chico mencionara a quien se refería con exactitud, Merida lo sabía. Era cierto, en ningún momento habían hablado de Stoiko, pero Hiccup sabía lo importante que llegó ser él para ella. Algunas lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de la chica mientras seguía esbozando una sonrisa al cielo.

-Te amaba como a una hija, incluso más que a mí, sin mentir -rió dulcemente-. Nunca se equivocó en acogerte en Berk.

El chico volteo a ver a su compañera, con una sonrisa cálida consigo, para ver sus lágrimas escurriendo por sus mejillas, se dedicó a limpiarlas suavemente, sin lastimarla. Se quitó la capucha de piel que llevaba consigo y poder colocarsela en su espalda y cubrirla del frío.

No había palabras por lo que sintió el castaño en aquel momento; pero nunca imaginó tener a su pelirroja en su regazo abrazándolo con tan dulzura tan sorpresivamente. Sus manos se dirigieron a su cabello y acariciarlo con delicadeza, mientras que la apegaba más a él.

-Gracias, necesitaba escuchar eso. -susurró.

Siendo que los únicos espectadores a esa escena fueran las estrellas del reino de DunBroch.

Siendo que los únicos espectadores a esa escena fueran las estrellas del reino de DunBroch

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Mericcup: Love In AshesWhere stories live. Discover now