Capítulo XX. Navegar con amigos

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Hoy
Reino de DunBroch
Navegar con amigos

-¿Cómo vas por allá? -preguntó el castaño a su compañero de trabajo.

-Bien, ya casi acabo. ¿Y tú?

Estos pocos días ambos chicos se encontraban dentro del taller día y noche, era grato para ambos. Pareciera que se conocieran a la perfección que se sentían sincronizados juntos. En ocasiones, el pelinegro le contaba sobre, un chico de su misma edad que él, que igual era inventor junto a su hermano; vivían al otro lado de Corona, asiáticos para ser exactos. Se dedicaban a viajar por el mundo y en uno de sus viajes llegaron al reino, sus inventos eran increíbles, algún día se los presentaría para que los cuatro intercambiarán ideas.

-Igual.

Entonces, escucharon el toque en la puerta de entrada, haciendo anunciar la visita de alguien a su guarida. Ambos inventores, se detuvieron de lo que se encontraban haciendo para encontrar al príncipe perfecto, como lo hacía llamar el castaño para si mismo.

-¡Hola chicos! Los estaba buscando. -dijo sin dejar de mostrar su dentadura perfecta.

-¡Thomas! Que sorpresa. -dijo el pelinegro para sacudirse y saludar al presente.

Hace poco, el castaño le preguntó a su compañero sobre la opinión que tenía respecto al príncipe y todo esto del compromiso. Pero nada de lo que escucho le pareció agradable de escuchar. El pelinegro hablaba muy bien de él; es un chico amable, cortes y siempre alegre, era muy difícil que no le cayera bien a las personas realmente, Merida se había sacado las cartas con él.

-¡Mírate! Cuánto haz crecido. No te he visto mucho por aquí, ¿cómo se encuentra Hugo? -preguntó sonriente saludando de buena forma al chico.

El castaño, se percató del pequeño rubor que surgieron de las mejillas del pelinegro al escuchar aquel nombre; era casi imposible de verlo, por la piel tostada del chico. Pareciera que ambos chicos realmente se llevaban bien para tener está clase de pláticas.

A Hiccup le daban ganas de vomitar con tan solo pensar lo que sentía con aquel ridículo príncipe. Era tan perfecto que no podía encontrar una forma de poder odiarlo, provocándole náuseas juzgarlo sin haber entablado una plática con él.

-¡Hey Hiccup! Te estábamos buscando. -mencionó su amigo vikingo de cabellera negra entrando al lugar.

-¿Sabes sobre algo llamado socializar? Pareciera que salimos de Berk para que llegarás solo a encerrarte. -se quejó un rubio con su cabellera trenzada entrando al lugar.

Los vikingos ya conocían al nuevo invitado. En varias comidas durante el día lo habían visto comer con ellos; en ocasiones, el chico se sentía intimidado por los grandes cuerpos musculosos que tenían algunos de aquellos vikingos, mientras él lo único que tenía era su conocimiento únicamente, pero eso no se nota físicamente. Pero al hablar con ellos se sentía agusto, fascinado sería la palabra, escuchar sus historias lo hacían imaginar un mundo de aventuras. Si Eugen lo viera, se enojaría con él, porque desde un comienzo él le confesó que amaba las historias de Flyn Rider y ahora su mayor delirio eran las historias de vikingos.

-¿Para que me necesitaban? -rio el castaño a la prescensia de sus amigos.

-¡Thomas nos ha invitado a navegar en uno de sus barcos! ¿Acaso no es asombroso? -dijo Patapez exquisiado con la idea de poder conocer más afuera del reino.

-Es por eso que vine por ustedes, sarparemos en unos minutos si gustan venir. -dijo el príncipe.

El castaño le desegradaba la idea de estar en un barco y tener que hablar con el rubio, pero la mirada de sus amigos eran como de niños a punto de degustar su dulce favorito.

Mericcup: Love In AshesWhere stories live. Discover now