Capítulo XXX. ¿Qué haces aquí?

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Hoy
Isla de Berk
¿Qué haces aquí?

—Hiccup ¿qué haces aquí?— preguntó la jefa del clan viendo a su hijo y abrazarlo con confusión.

—Oh es que dijeron que tenían un poco de problemas y quería ayudar solamente. —ambos sabían que mentía, no era muy bueno haciéndolo.

—Realmente no es tanto, solo te mencioné a cerca de la tala de árboles. Por el vencimiento de Drago, algunos de sus fieles seguidores han venido a atacar a los barcos, tenemos que construir más.

—¿Bandidos? ¿Nadie ha salido herido? —preguntó siguiendo a su madre por la aldea.

—Gracias a Thor nadie ha salido, son solamente berrinchudos que no enfrentan la perdida de su líder, solo eso. ¿Dragón un líder? Patrañas. —se quejó mientras entraba a su casa.

—¡Hiccup! —escuchó un grito por detrás de él. No pudo comprender de quién se trataba hasta que sus labios se vieron encontrados con otros. —¡Volviste!

Hiccup comprendió de quién se trataban aquellos brazos que lo rodeaban por el cuello, pero únicamente se quedó quieto. Era incapaz de abrazarla o sentir algo, se sentía como una completa basura. ¿Cómo podía besarla después de este tiempo? ¿Cómo podría hacerlo después de... aquel beso? Sus ojos se encontraban abiertos viendo los de su amada mientras su corazón se encogía.

—Pensé que no volverían para dentro de una semana. —dijo separándose y tomándole de la mano para comenzar a caminar.

—Oh sí, es solo que vine a solucionar aquel inconveniente, es todo.

—Ya veo. Pero me alegra verte aquí, cada día se acerca más la boda y me encuentro tan emocionada. —cada palabra parecía una estaca en el corazón del chico.

Aquel día, la paso mayormente con su madre y amada solucionando aquel asunto, eligiendo árboles y llevándolos a las puntas de las islas para ponerse en marcha de nuevos embarcaciones. Varios se sorprendieron por la llegada del muchacho en el clan, varios esperaban su llegada para la semana entrante pero nadie se negó en darle su bienvenida. Pareciera que todo el mundo se encontrará feliz, todos a excepción del castaño.

A pesar de encontrarse al otro lado del mar ¿por qué seguía sintiéndose así? Odiaba todo lo que sentía, odiaba tanto amar a Merida, lo detestaba con cada célula de su ser. ¿Cómo podía atreverse a decirle que la amaba después de haber besado a otra persona frente a sus narices? Se sentía un completo idiota, o tal vez el rey de los idiotas. Aquel pensamiento únicamente hacía que el árbol que tenía frente suyo fuera víctima de sus golpes.

—¿Hiccup? —preguntó una voz por detrás de él que hizo que alzará la mirada— ¿Te encuentras bien?

En la mirada de la rubia parecía preocupada, la expresión de sus cejas la delataban. Nunca había visto a su amado de tal manera, sabía que algo había ocurrido.

—Oh si, todo está perfectamente bien. —dijo recobrando la compostura y relajando sus músculos, evitando que notará las heridas que acababa de provocarse.

—Tú madre te está buscando, dice que es hora de volver.

—Voy para haya. Supongo que nos vemos en una semana. —habló lo suficientemente rápido para depositarle un beso en la mejilla y caminar.

—Sucedió algo, ¿no es así? En DunBroch, tiene que ver con Merida. —escupió con miedo, en voz baja, la rubia, mientras se tomaba la parte superior de su brazo. El castaño se paró en secó.

—No sucedió nada, solo me encuentro algo cansado —dijo mientras se acercaba a ella y la tomaba de los brazos con delicadeza—. No hay de que preocuparse ¿está bien?

Mericcup: Love In AshesWhere stories live. Discover now