Capítulo XXIV. Bosque encantado

210 27 6
                                    


Hoy
Reino de DunBroch
Bosque encantado

El día en el reino de DunBroch pasaban como de costumbre; todos caminando por los pasillos con comentarios de la boda que se encontraban cada vez más cerca. La princesa y el joven Thomas por fin unirían su amor en sagrado matrimonio para liderar DunBroch, todo estaba a la perfección. Pero entre aquellas platicas, un joven castaño no podía evitar oírlos y encogerse el corazón.

Toda la mañana se encerró en la herrería creando nuevos inventos con su amigo el pelinegro. Era una de las razones que se alegraba haber viajado a DunBroch, aunque su angustia por la boda venían como un tren pasajero en su cabeza cada que se desconcentraba.

Casarse con Astrid era su verdadero sueño, tal vez el único que había tenido sus primeros quince años de vida, pero después de conocer a aquella pelirroja... todo cambio. Sus sueños dieron un gran cambio siendo que no podía soñar en alguien que no fuera ella. Pero ahora... su relación había vuelto a hacer como la de hace tantos años, bromeaban y se reían de todo, platicaban y nunca tocaban aquella delicada plática; ambos fingían que nada había sucedido entre ellos.

-¿Crees que estoy haciendo lo correcto?- susurró el castaño a su amigo el dragón.

Todos los días, visitaba a su amigo a los establos, en dónde, lo consentían lo suficiente que no deseaba irse. Pero podía notar la angustia y tristeza que albergaba el corazón de su amigo todas las mañanas, tardes y a la hora antes de irse a dormir. El dragón solo se dedicó a alzar su cabeza con una sonrisa cálida; el vikingo se la regreso. Entonces, ambos voltearon a un lado al escuchar como una cubeta caía de su lugar. Era ella.

-Oh perdón, no sabía que estabas aquí. -mencionó la pelirroja escondiendo algo detrás de su espalda para reír.

Desde el incidente de anoche no la había vuelto a ver, ella se había marchado después de las últimas palabras que le dijo el castaño.

El dragón, alegre se acercó a ella para olfaltearla y dar bufidos de alegría. Al darse una vuelta, el castaño comprendió de que se trataba, era pescado lo que traía consigo.

-¿Pescado?

-Sé que a Chimuelo le gusta el pescado, así que le traigo todos los días. -admité por fin depositando el alimento en un plato para su amigo.

El castaño no pudo evitar sonreír. La Merida que había conocido hace unas semanas; fría y desinteresada era solamente una máscara, la verdadera Merida siempre estuvo ahí. Nunca se fue.

-¿Quieres salir a volar con Chimuelo y conmigo? -exclamó el castaño al cabo de unos segundos subiéndose en su amigo.

-No debería, Thomas llegará en un par de horas y -las palabras no lograban formularse en su boca, abrazándose así misma mientras esquivaba su mirada. El castaño solo sonrió.

-Merida -captó su atención- ¿confías en mí? -extendió su mano a la princesa.

La pelirroja se sorprendió con aquellas palabras, se encontraba en un deja vu en este momento. Recordaba la primera vez que el castaño se las mencionó y las miles de sensaciones que sintió aquella noche. Dudosa de su respuesta, sonrió y tomo la mano de su amigo para subir al dragón y despegar.

El sol se encontraba en su hora mágica, todo era perfecto en aquel momento; la luz era dulce y cálida al tocar su piel. Le recordaba la primera vez que se admitió así misma, la princesa, haberse enamorado del castaño hace tantos años, en su primer vuelo.

Ninguno de los dos hablaba. La pelirroja se encontraba hundiendo su rostro en la espalda del castaño mientras lo abrazaba, se sentía como la primera vez. El chico no pudo evitar recordarlo como ella, sus mejillas tenían un leve rubor y su corazón latía más rápido de lo normal.

Mericcup: Love In AshesOù les histoires vivent. Découvrez maintenant