Capítulo XXXIV. La verdad

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Reino de DunBroch
Hoy
La verdad

—¿Cobarde yo? —se quejó el castaño.

Después de su plática con la reina de Corona, salió del palacio en una plática entre el mismo en regañadientes. ¿Cómo podía ser él el cobarde?

—He vencido a vikingos, domado a dragones e incluso derrote al dragón alfa con Chimuelo dos veces ¿es esto ser cobarde?

Sabía que lo era, apesar de haber hecho todas esas cosas en estos últimos seis años ¿de qué servía si era cobarde con lo que sentía? Ya no sabía si amaba a Astrid o si solo fue un sentimiento que invento durante estos años; tampoco sabía que hacer con Merida, la amaba, no había dudas, pero ella no lo hacía. Era como si nunca hubiera sentido algo por él, como si de alguna forma mágica lo hubiera olvidado todo.

Mientras hablaba entre dientes y daba ciertas patadas a todo lo que encontrará en el suelo, comenzó a escuchar unas pequeñas voces a su al rededor. El paro.

Al alzar la mirada, notó desde muy lejos a una pequeña luz color azul. No parecía una ilusión, así que poco a poco fue acercándose a dónde provenían aquellas risas, parecían venir de aquel resplandor. Al estar cerca, notó que era tan pequeña, podía verla toda su vida y jamás se aburriría; pero en el momento que quiso tocarla, mientras era hipnotizado por está, desapareció.

Miró a su alrededor para encontrarse otra más lejos de donde se encontraba. ¿Era buena idea seguir a unas pequeñas luces en un bosque? No veía nada de malo, ya que, no tenía nada que perder.

Comenzó a seguir una tras otra, no sabía si caminaba en círculos o si realmente se diría a una parte en particular. Todo parecía tan parecido en ese bosque. Pero mientras más se adentraba, el camino se volvía más difícil de cruzar, más si se tiene una pierna metálica.

Pero al momento de llegar a la última luz que se desprendía, notó por detrás de ella una cabaña. Parecía rústica, varias hierbas se encontraban en todo el lugar, podría haber pasado por desapercibida si no fuera por aquella puerta y ventanas.

¿Debía de entrar? Tal vez aquellas luces lo había guiado por algo o por alguien. O simplemente por el enojo comenzó a imaginar luces y casualmente lo llevaron a aquella cabaña.

En el momento en el que su mano iba a ser impactada con la puerta, está se abrió. Entró dudoso, tal vez esto podría clasificarlo como una invasión a una propiedad. No veía nada dentro de aquel lugar, era obscuro y olía a humedad junto con otras especias que jamás había olfateado en su vida. De la nada, en el centro de la casona, un fuego prendió de la nada para comenzar a calentar una olla arriba de él.

—Vaya vaya, si que te habías tardado jovencito. —habló una voz en el fondo.

Sorprendido, dió media vuelta para notar a una vieja bruja sentada en una mesedora con una pipa en manos. Juraría que ella la prendió con solo deslizar sus dedos sobre él. Por su facciones, aseguraba que de trataba de una persona mucho mayor que Gothi; aunque, con la poca luz que entraba, juraría que cada segundo que la veía se volvía más jóven.

—Perdone, la puerta se encontraba abierta y yo.

—No te preocupes, siempre pasa eso.

—¿Qué es este lugar? —nunca en su vida había visto algo como esto. Había demasiadas plantas o animales dentro de frascos con un líquido particular. También, había distintas figuras de madera, parecían talladas a mano.

—¿Lugar? Yo no lo consideraría así. Llamemoslo como una ruptura. Siempre estará aquí pero solo muy pocos pueden lograr a encontrarlo.

El lugar se encontraba únicamente con ciertas velas prendidas que lo iluminaban. Cuando miraba por las ventanas hacía afuera, tenía una sensación muy extraña, era como si no estuviera ahí realmente.

Mericcup: Love In AshesWhere stories live. Discover now