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Nuestras carcajadas resonaban en el lugar mientras caminábamos fuera del vagón de la montaña rusa.

Las personas a nuestro alrededor nos miraban, pero en estos momentos la vergüenza se había esfumado.

Está noche oficialmente es una de las mejores noches de mi vida.

Me había divertido mucho.

-Juraría que casi escupo el alma-dijo Eidan.

Solté una carcajada.

-El niño que iba detrás de nosotros se reía de ti y tu cara de "voy a morir"-dije en medio de risas.

Él acompañó mi risa.

-Me encanta verte sonreír-dijo.

El cosquilleo en mi estómago no se hizo esperar tras sus palabras.

A mí me encanta verte sonreír a ti.

-Aún nos falta ir a un lugar-dijo y extendió su mano.

La tomé con una sonrisa estampada en mi cara y rápidamente un calor agradable se produjo en nuestras manos entrelazadas.

Caminamos hasta un puesto de la feria que reconocí.

La pista de patinaje.

-¿Vamos a patinar sobre hielo?-pregunté sin ocultar el nerviosismo en mi voz.

Mi mirada estaba en las personas que patinaban alegremente sobre el hielo.

Voltee.

-No sé... Patinar-susurré avergonzada con mis mejillas sonrojadas.

-Te enseñaré.

Su respuesta hizo que mi corazón diera un vuelco emocionado y asustado.

Annelise aleja los sentimientos de aquí o moriremos.

Asentí.

Ya fue.

Caminamos hasta el puesto dónde entregaban los patines.

-Buenas noches, aquí tienen-dijo el encargado dándonos dos pares de patines.

-Gracias-dije amablemente.

Nos acercamos a una banca para poder ponernos los patines y dejar en un estante nuestros zapatos.

En el momento que estaba por ponerme los míos, Eidan se incoó frente a mí y terminó de quitar una mis botas para la nieve.

Sonreí ante su gesto.

-Tienes unos pies muy pequeñitos-dijo y me cosquillas en mi pie derecho.

Reí y moví mi pie para que dejara de hacerlo.

Colocó con cuidado los patines en mis pies.

-Listo-dijo después de terminar de amarrarlos.

Tragué con dificultad.

Dios no quería morir.

Observé en silencio como él se colocó los suyos y con facilidad se colocó de pie manteniendo en equilibrio.

Bueeee.

Con permisito dijo Monchito ¿No?

Extendió sus dos manos con la intención de ayudarme a poner de pie.

Suspiré.

Agarré sus manos y me impulso y tan rápido como me puse de pie me sostuve de él.

Parecía un pobre gatito asustado tratando de no caer del árbol y Eidan la rama que estaba sosteniendo tan fuerte.

Tan JodidosWhere stories live. Discover now