UNFAIR. (Terminada)

15.

BONNIE

Corro por la arena con rapidez y sin ser consciente de que me estoy medio ahogando de lo rápido que voy. Mi canción favorita suena por décima vez, por lo menos. La canto en mi mente y corro más rápido, todo lo rápido que puedo. Hasta que me rindo y caigo de rodillas a la arena y con la respiración tan agitada que me duele. Me quito los auriculares y miro hacia el mar. Hace unos días que el mar es mi mejor y único acompañante. Respiro hondo y tardo un rato largo en recuperarme. Me levanto y me quedo mirando las olas. Una suave brisa golpea mi rostro y balancea mi pelo.

Me he levantado a las seis de la mañana, y no sé por qué he decidido venir a correr por la playa antes de ir a clase. Bueno, en realidad sí lo sé. He estado toda la noche despierta y no podía aguantar la presión de estar en mi cama y sentirme fría y vacía.

Miro la hora en mi móvil y decido que es hora de volver a casa. Me pego una ducha rápida y me visto con unos pantalones simples y una camiseta simple y salgo de casa para ir hacia el instituto. Voy a paso lento, pues me importa más bien poco llegar tarde. Cuando llego ya están todos dentro, así que entro sin siquiera mirar al profesor y me siento en mi silla. Unos nervios intensos me invaden al pensar que estoy al lado de Deacon, pero intento que se me pasen "prestando atención".

La primeras tres horas las paso bien, entre comillas. Sin hablar con Deacon y con él ignorándome. Desde que pasó... eso... eso de que nos restregáramos, no me ha hablado. Se fue pitando y no volví a saber más de él. Para mí fue increíble y para él fue una mierda.

Entro a la cafetería y me siento en la mesa más lejos posible de la gente. Observo a lo lejos a Deacon y veo que se sienta con los de su equipo, pero está serio y apenas les mira.

Como no soporto estar aquí y tener que ver esta situación, me levanto y me voy hacia el pasillo. Me siento delante de mi taquilla y suspiro pesadamente. Le doy un mordisco sin ganas a mi bocadillo y cierro los ojos para apoyar la cabeza en la taquilla.

-¿Cómo tan sola? -pregunta un chico arrodillándose frente a mí.

Levanto la cabeza y me cuesta no poner cara de asco al tenerle en frente.

-Qué alegría verte, Santiago -le digo sarcásticamente.

-Lo mismo digo preciosa. ¿Te ha pasado algo con Deacon? Es muy raro que no estéis juntitos todo el rato.

Le ignoro y sigo comiendo. Me aparta un mechón de la cara y le aparto la mano de un golpe. Me levanto rápidamente y me pongo en modo de ataque por si hace algo más. Se ríe entre dientes y apoya sus manos a los lados de mi cabeza. Se acerca demasiado a mí, y yo le pongo las manos en el pecho para que no siga.

-Ni se te ocurra, Santiago -le advierto muy seriamente.

-Hoy no me pillas solo, cielo -dice acariciando mi mejilla con una suavidad asquerosa.

Tres tíos más del equipo vienen por mi derecha, y yo les miro con temor. Santiago se aparta para dejar lado a los otros y de repente me veo acorralada por cuatro tíos que me sacan dos cabezas y tienen más músculos en un brazo que yo en todo el cuerpo.

-Ahora que Deacon no te vigila... -comienza diciendo uno-. Hemos pensado que podemos vigilarte nosotros. A nuestra forma, claro.

Me pone la mano en la cintura e intento que me suelte, pero de poco sirve porque hunde los dedos y me hace incluso daño.

-Parad, por favor -les pido.

Se ríen, como si fuera graciosísimo o algo, y comienzan a toquetearme por todos lados.

-¡Parad! -grito verdaderamente asustada.

Uno me pone los labios en el cuello, otro me agarra fuerte de la cadera, otro me susurra cosas asquerosas al oído, y Santiago mira como un gilipollas. Rogarles no hará nada. Intento apartarlos, pero no sirve de nada. Cierro los ojos con fuerza y unas lágrimas comienzan a resbalarme por las mejillas. De pronto escucho pasos rápidos acercarse y todas las manos que me tocaban desaparecen de golpe. Abro un ojo y me quedo de piedra al ver a Deacon tirando al suelo a los cuatro. Ellos se levantan rápidamente y no sé cómo, pero todo le mundo se agolpa a nuestro alrededor viendo la escena de una posible pelea.