Episode 3

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Unas manos en sus caderas. Unos labios en su oreja. Una respiración cálida en su cuello. Su cabello siendo puesto de lado. Un gemido grave y eufórico flotó suavemente a través de la música.

Había luces. Una docena de colores diferentes; todos se mezclaban y se retorcían juntos en una alianza nebulosa, justo ante a sus ojos. Había un olor a alcohol y tragos, humo de cigarros y algo más dulce. Por dios, amaba salir de fiesta.

—Eres tan sexy dijo una voz detrás de él; sonaba grave, llena de lujuria.

Xiao Zhan soltó una risita. Maldición, el licor siempre lo hacía comportarse de forma fogosa.

Lo sé respondió, presuntuoso, mientras se concentraba en las sensaciones que provocaba la persona que estaba atrás. Sus labios estaban ahora en su nuca, bajando y deslizándose a su hombro expuesto.

Vamos arriba.

Los ojos de Xiao Zhan se abrieron, y por un breve momento, tuvo que revisar sus alrededores, sólo para asegurarse de dónde estaba. Cuando confirmó que sí estaba en su habitación y en su propia cama, expulsó con alivio el aire que había estado reteniendo. Un Sueño.

La habitación estaba a oscuras, no había indicios del sol escurriéndose a través de las cortinas cerradas. Lo que le hizo darse cuenta con frustración, de que probablemente se le había adelantado a su alarma de nuevo. Atontados, sus ojos se dirigieron hacia donde estaba el reloj, del otro lado de la habitación sobre su escritorio, y frunció el ceño al ver la hora: 05:01.

No empezaría a sonar hasta dentro de una hora y media, pero, de cualquier forma, se arrastró fuera de la cama y la apagó. Sabía que de cualquier forma no iba a aprovechar esa hora extra, así que daba igual intentar acostarse y volver a dormir. Lo mejor sería levantarse, ducharse, e intentar verse presentable.

Recientemente, había estado en un lapsus; el pasado jueves, todos notaron cuando se apareció en la universidad vestido desordenadamente. Xiao Zhan gruñó ante el recuerdo, y miró su reflejo en el espejo del baño. Se preguntó si la universidad dejaría de funcionar si decidiera cortarse todo su cabello y comenzar a usar pantalones que colgaran a la mitad de su trasero.

Probablemente.

Y después se miró de nuevo, se veía cansado. Y más flaco. No podía recordar algún momento en él que sus pómulos hubiesen sido tan prominentes como ahora. Incluso su cabello, de cierta forma, había perdido su encanto. Se veía sin vida, como un maniquí.

Con un suspiró breve y descontento, negó con su cabeza ahuyentando los pensamientos y se metió a la ducha. Hoy era viernes, y sólo quería poder terminar con su castigo sano y salvo.

—Buena broma —dijo, al meterse debajo del cálido rocío, y ya temiendo la hora en que tuviera que salir de ahí.

Las clases habían pasado igual de lentas y mediocres como el resto de la semana pasada. Con miradas insidiosas de parte de Cheng Xiao, sus amigos manteniéndose al margen, como para no molestarlo, Xuan Lu viéndolo con sus ojos preocupados... Lo detestaba. Detestaba todo eso. Y técnicamente, no sería libre para poder ir a su casa hasta que la práctica de futbol terminara.

Y, hablando de práctica de futbol, era a donde sus pasos lo llevaban en ese momento; era algo así como una marcha de la vergüenza. Cuando Xiao Zhan entró a los vestidores, reservados para los equipos, le dio un vistazo al largo pasillo embaldosado entre las filas de casilleros, y al final de ellos estaba el entrenador.

—¡Xiao Zhan! —estalló el profesor, mientras Xiao Zhan se acercaba más. Hacía frío, y las paredes estaban pintadas de un enfermizo tono color azul. Si alguna vez tuviera que elegir un lugar para suicidarse...

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