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La voz de la maestra resuena por todo el salón, diciendo que tenemos una tarea para la próxima clase y que vale el cincuenta por ciento de nuestra nota final

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La voz de la maestra resuena por todo el salón, diciendo que tenemos una tarea para la próxima clase y que vale el cincuenta por ciento de nuestra nota final.

El timbre suena y eso hace que deje de hablar. Todos se levantan de sus lugares y yo hago lo mismo, tengo demasiada hambre y se que si no salgo en este momento no me dará tiempo de comer, algo muy importante para mí.

Saco mi teléfono mientras camino hacia la cafetería, viendo que Simon me escribió un mensaje preguntándome donde estoy.

Simon: ¿Dónde estás?

Simon: ¿Ya vienes?

Luca: Voy en camino, apártame un lugar. 

Mi cuerpo choca con alguien haciendo que mi teléfono caiga al suelo, junto con los libros que la otra persona llevaba. Me agacho inmediatamente a recogerlos, porque ha sido totalmente mi culpa, y cuando levanto la vista me encuentro con un rostro enfadado, pero conocido.

—Pero si es la chica "soy genial sin una gota de alcohol" —sonrío y ella entrecierra sus ojos.

—¿No te cansas de verme?

—No, se podría decir que lo disfruto —, rueda sus ojos y yo río, es divertido verla molesta. —Aquí están tus libros.

—Gracias —, los toma y suspira. —No deberías de ver tu teléfono mientras caminas, quien sabe que te podría pasar.

—¿Te preocupas por mí?

—No malinterpretes las cosas, lo digo porque pueden ocurrir peores accidentes.

—Te preocupas por mí.

—Que molesto eres. —Comienza a caminar en contra a donde yo iba, y yo como buen anfitrión decido seguirla. —¿Por qué me sigues?

—¿No iras a comer?

—Bien, eso haré.

—Pero la cafetería está hacia el lado contrario. —digo, ella camina rápido, pero no se me dificulta seguirla, ya que cuatro pasos de ella son dos míos.

—No voy a la cafetería.

—¿Por qué?

—Mis amigos me esperan en el patio. —Abre las puertas que dan hacia un gran jardín y sin pensarlo la sigo.

—Bien, te acompaño.

—¿Tus amigos no esperan por ti? —Se detiene abruptamente y eso hace que volvamos a chocar.

—Sí, pero pueden esperar un poco más.

—Queda poco tiempo para que termine el receso, —reviso la hora y tiene razón, quedan menos de quince minutos para que la hora de comer termine.

—Soy rápido —, le guiño un ojo y retoma su camino.

Mi teléfono vuelve a vibrar, pero no lo saco de mi pantalón, camino junto a Amy y a lo lejos miro a dos pelinegros sentados. Besándose. La castaña se vuelve a detener cuando los mira y piensa.

L de Londres  *EN PROCESO*Where stories live. Discover now