Capítulo VIII

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Las cinco y media de la madrugada.

La hora marcada en su reloj de muñeca el cual ya no estaba en su lugar correspondiente. La correa se había roto en algún momento de la noche y el aparato cayó al suelo en el lado de la cama del azabache.

Este se había despertado al sentir un peso extra encima de él. El brazo del castaño descansaba sobre su pecho, abrazándolo. Su dueño no se daba cuenta de lo que hacía ya que el agotamiento le venció sumiéndole en el mundo de los sueños.

Esas horas fueron increíbles y extenuantes. La cuenta de los orgasmos alcanzados se perdió a mitad de camino pero, como cualquier calcetín olvidado en el cajón, no era crucial.

Zhan cayó en la tentación de observar la tranquilidad de su rostro dormido, en completo silencio. Esa imagen sería la última que guardaría en su memoria de ese lugar. Pondría tierra de por medio antes de que fuera tarde y el mundo se enterase que le encantaba gemir a todo volumen con una polla metida en el culo.

Ya lo había hecho, su instinto primario estaba suficientemente satisfecho, al menos por ahora, así que podía terminar con aquello. Se alejaría del peligro a ser descubierto y a caminar entre la tierra y el abismo. Si se caía, todo iría a la mismísima mierda.

Realmente pensó que ese momento iba a ser fácil. Él seguía negando ser homosexual, simplemente tenían sexo y, encima, si volvía a tener ganas, había muchísimas mujeres dispuestas a estar con él. No debía tener dudas a la hora de romper el contrato, pero sin embargo mirar al contrario las producía.

Su mirada viajó del atractivo castaño al pantalón negro en el borde de la cama deshecha. Vino con la idea de hacerlo, rajarse haría fallar a su propia palabra.

Cuidadosamente quitó el brazo de su cuerpo, colocándolo en el colchón apenas a cuatro centímetros de la cabeza de hebras más claras. Sin pensar, continuó tocando su piel deseando sorprendentemente su despertar. Si abría los ojos, estaba convencido que no cancelaría nada.

Esperó más tiempo del que se propuso inicialmente, e inclusive hubiera seguido sino fuera por el creciente calor proveniente de ese mínimo contacto. De nuevo su cuerpo pedía ser atendido y penetrado acalorando sus mejillas y orejas. Tenía que poner freno a aquello ya o no podría vivir una vida normal.

- Debo acabar con todo - respiró hondo alejándose de Yibo.

En el bolsillo trasero de su prenda inferior encontró los papeles guardados desde esa misma tarde. Solo un giro de muñeca lo separaría de ese universo placentero para siempre.

Ni él podría volver a buscarlo, ni el menor a tocarlo.

Jamás escribir un punto y final había sido tan complicado. ¿Tanto añoraría follar con otro hombre?

- ¿Qué hace? - la voz adormilada y relajada del empleado provocó un susto repentino al empresario.

Xiao Zhan se giró aún con el contrato en sus manos. Ese hecho no le gustó al castaño pero no tenía derecho a quejarse, la decisión final sería tomada solamente por el mayor.

- Yibo...

- Si lo desea, hágalo - se sentó junto a él, rozando sus hombros. El azabache cerró los ojos al sentir aumentar su temperatura corporal.

Aún sin ver, notaba los iris ardientes color caramelo quemando su piel y su razón. Quería impedir que le afectase, prometió poner fin a sus encuentros pero dificultosamente era capaz de pensar en otra cosa que no fuera sentirlo dentro.

- ¿Lo romperá? - trazó una línea recta de besos desde donde sus pieles se juntaban hasta su cuello.

La provocación estaba funcionando, casi nada faltaba para la rendición del pelinegro y la victoria del bartender. Él decidió elegirlo tan solo verlo entrar y que se marchara dañaría su orgullo y su corazón a partes iguales.

Solo una copa de Whisky | Yizhan 🔞 *Finalizada*Where stories live. Discover now