- ¿Desea tomar algo? - una voz joven y atractiva preguntó detrás de él al otro lado de la barra.
- Solo una copa de Whisky - contestó girando sobre sus talones.
Y esa fue la primera vez que sus miradas se encontraron, de manera tan profunda y encand...
– Hmm – gimió en su boca. – ¿Vas... a contestar... me?
Yibo se había encargado de la ropa superior semi desnudándolo. Sus dedos otorgaban suaves acaricias en sus costados y espalda contrastando con la fiereza de su boca en sus labios y pecho. Tiró de repente de los pelos de su nuca ofreciéndose a sí mismo la exquisitez de su garganta.
Demandante y caballeroso, fuerte y dulce, potente y leve; entre esas fronteras caminaba el castaño cegado por los celos endemoniados. La pregunta formulada hacía horas, y la cual no le dejó dormir, tenía contestación:
Le gustaba aquel atractivo empresario.
No soportaba la idea de que Zhan estuviera con otra persona que no fuera él, quería tenerlo cerca todo el puto día y se desesperaba si las manecillas daban vueltas en el reloj y el contrario no aparecía por la puerta. Su vida, indiferente y solitaria, ahora se basaba en una única cosa, un único motivo: Zhan.
– Dímelo – reclamó metiendo su mano dentro del pantalón del mayor.
– Hm. Respóndeme... antes. ¿Cómo lo sabes? Ah.
Un gemido corto y afortunadamente no muy alto afectó a su cordura. Si no quisiera jugar y desesperar al pelinegro, ya estaría metiéndosela hasta el fondo.
Su pulgar frotó la punta de su pene alargándolo y excitándolo. Empezaba a ser doloroso tenerlo encarcelado en esa tela de algodón, deseaba sacarlo de allí. El azabache quiso liberar su erección pero no lo consiguió. Wang le estaba haciendo sufrir a propósito, castigándolo por una idiotez.
– Yibo – se mordió el labio al ser tumbado sobre la superficie del escritorio.
Sus brazos fueron elevados por encima de su cabeza sostenidos por una de sus manos; la otra, no paró en ningún momento de masturbarlo calentando su vientre. Su entrada y falo palpitaron muertos del deseo ardiente de sus venas, además, la posibilidad de que alguien entrara sorprendentemente encendía más sus ganas, haciendo besar y lamer esos labios irresistibles color durazno.
Tan poco tiempo, tan poco pasó desde la primera unión de estos y extrañó sentirlos. Más allá del sexo, quería besarlo siempre. Otra adicción comenzaba por culpa de su delicioso sabor y las sensaciones de sus lenguas juntas, obseso a ser follado y a ser besado por aquel chico.
– Hm. Desgraciado, dímelo... ya – pidió cuando su miembro fue chupado todavía con la ropa puesta.
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La noche anterior
– Los demás ya están dentro esperándonos – informó Zhou Ye.
Los amigos ingresaron en el sencillo restaurante buscando la puerta de la sala donde cenarían. La chica le dijo que lo pasaría bien ya que la misma habitación constaba de karaoke, proyector, televisión, mesa de juegos y un sofá común donde se sentaban a comer y beber.
