Capítulo IX

6.9K 810 122
                                    

- Papá, mamá. ¡Papá! ¡Mamá!

Sus gritos eran lo único capaz de escucharse en aquel lugar oscuro, solitario, demacrado. Temblaba pensando que se adentraba en la boca del lobo. Peligro, tristeza y dolor rezumbando a su alrededor como abejas, como la abeja ilustrada en la pelota que sostenía.

Asustado por tener aquello, la dejó caer al suelo, haciéndola rebotar para luego alejarse rodando. Sintió mucho frío en el instante de escuchar un claxon a sus espaldas, sin embargo una calidez lo abrazó antes de chocar contra las luces deslumbrantes.

- ¡Papá! ¡Mamá! - gritó más fuerte al ser tragado por la noche.

Yibo abrió los ojos aterrorizado por el sueño. Su boca intentaba tomar aire a petición de sus pulmones faltos de oxígeno. Tenía ganas de llorar pero estaba en shock, ni una lágrima podría salir de sus orbes marrones.

Jamás tuvo una pesadilla, ¿a qué se debía esa ahora?

Un olor suave a perfume y una caricia en su barriga consiguieron lo que su respiración no pudo, calmarlo.

Descendió la mirada, encontrando la mano del azabache tocando su piel, siendo el extremo final de un abrazo. Su aliento cálido chocaba contra su espalda, jugando a hacerle agradables cosquillas sin intencionalidad.

El castaño pasó las yemas de sus dedos por encima de los nudillos de pulida piel nivea la cual tenía el privilegio de palpar. En esa semana aprendió a gozar de esas pequeñas cosas: una caricia, un abrazo inconsciente, una sonrisa adormilada...

Algunas veces Zhan ya se había ido cuando despertaba pero, en otras afortunadas ocasiones, seguía allí contentando su alma. El porqué escapaba de sus cadenas antes de contestar a la pregunta sobre esa extraña alegría y calidez presentadas en su corazón al verlo dormir, tranquilo, como un niño adorable y hermoso.

Todas las noches se pasaba horas mirándolo, sin importar su trabajo, el licor esperando en la barra o los clientes ebrios del piso de abajo. Se sentía atraído hacía él, dificultando la convicción de que solo era un contrato, su deber.

El menor giró sobre sí mismo estando frente a frente con el pelinegro. Ni un cuadro de DaVinci ni una fotografía de Henri Cartier-Bresson, la mejor imagen estaba frente a él, natural, incorruptible, preciosa.

Esa rutina de mirarle empezó un día soleado. Su turno fue adelantado debido a la baja de un compañero y llegó mucho más temprano. El fastidio lo carcomía ya que tenía planes de dormir toda la tarde. La noche anterior tuvieron sus típicas rondas de sexo dejándole agotado, despertando pocas horas después a la par que el molestoso Sol. Gastaría hasta dinero de su propio bolsillo para comprar unas cortinas.

Su malhumor amenazaba con tratar horriblemente a cualquiera pero, sin embargo, este llamó a un taxi regresando a casa cuando Xiao entró, acalorado, rebosando sensualidad y desatándose la corbata con una mano.

"- Solo una copa de Whisky."

La frase necesaria, necesitada para comenzar la danza entre sus cuerpos ardientes y sudorosos que morían por sentirse sin cansancio, perpetuamente como el significado de la piedra en la Antigua Roma.

Gozaron sin miramientos, cada vez siendo más ruidosos y lujuriosos. Claramente, de los siete pecados capitales, ese los absorbía como una esponja al agua. Gritos, gemidos, gruñidos, frases inentendibles; cualquier oyente creería que dentro de aquella habitación se estaba llevando a cabo una matanza, una muerte deleitosa.

Apaciguada la pasión, Zhan se quedó dormido al instante, momento aprovechado para admirar su belleza por primera vez. Desde ese primer día, Yibo notó que no podría vivir sin verla.

Solo una copa de Whisky | Yizhan 🔞 *Finalizada*Where stories live. Discover now