Capítulo XXI

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Oscuridad... y... de repente... luz.

– ¡Zhan! – su madre lo llamó, era hora de volver a casa. – Zhan, cielo. Ven aquí.

El parque estaba concurrido, como era habitual un sábado por la tarde. El día estaba soleado, sin nubes, perfecto para pasear y jugar.

El azabache miró hacia atrás, sentado en el columpio y con una herida en la rodilla que ya había sido curada. Allí estaba, la mujer con un vestido largo azul verdoso y una sonrisa de oreja a oreja. Movía su mano llamando la atención de su hijo, aquel niño pequeño de tan solo diez años de edad.

– Mamá – susurró con un nudo en su garganta.

– ¡Zhan, vamos a llegar tarde al restaurante! – dijo ahora una voz masculina.

– Papá.

La pareja se abrazó de lado mirándolo directamente, tenían el mismo aspecto que recordaba, la misma ropa que ese día. Tenía ganas de llorar.

Cuando se levantaba, ellos se giraron marchándose, dirigiéndose hacia una luminosidad cegadora, resplandeciente.

– ¡Mamá! ¡Papá! – gritó pero no pararon. – ¡Mamá!

Corrió y corrió en un intento desesperado por alcanzarles, boceando que no le dejaran solo, no de nuevo. Con prisa, entró dentro de ese vórtice devorador de personas, volviendo todo de blanco y vacío. Ya no estaban los árboles, ni el columpio, ni las demás personas, solo un inmenso lugar parecido a la nada, infinito.

– ¡Mamá! – su voz rebotó haciendo eco, uno que con el tiempo fue insoportable, cada vez más alto, cada vez más doloroso.

Se agachó tapando sus oídos y cerrando los ojos. Él mismo era su calvario, su peor pesadilla. Pidió silencio, acobardado, formando una especie de bola con su cuerpo para sentirse protegido.

Varios minutos o segundos o tal vez horas después, algo golpeó sus rodillas callando los gritos. Al mirar, el color blanco se había transformado en negro. Solo un haz de luz alumbraba lo que tenía enfrente: una pelota roja con esa maldita abeja.

– ¡Zhan! – el llanto de su madre fue lo último en oír tras un fogonazo amarillo y un impacto en su espalda.

– ¡Ahh!

Xiao se despertó chillando, en pleno ataque de nervios y sudando frío. Sus manos y seguramente todo el resto de su cuerpo temblaban como una lavadora centrifugando la ropa, rápido e imposible de frenar al menos que se le diese al botón de pausa o stop.

Apenas le llegaba aire a los pulmones los cuales provocaban el subir y bajar de su pecho descontrolado. Se echó algunos mechones de pelo de su frente hacia atrás, buscando despejar su cara como si aquello le permitiera conseguir más oxígeno. Sus párpados se abrían lo máximo posible, impactados, temerosos de volver a cerrarse y soñar lo mismo.

Esos dos días que estuvo con Yibo había dormido bien, pero ahora que él no estaba, sus pesadillas regresaron, y juraba que subieron de intensidad y horror.

Intentó alcanzar el vaso de agua de su mesita de noche en vano, al rozar el cristal, el temblor ocasionó su caída al suelo con un estrépito que advirtió a Jianguo quien dormía junto a la ventana. La gata, preocupada por su dueño, se montó en la cama acariciando su brazo con la cabeza.

Zhan le devolvió la caricia pero sabía que necesitaba al castaño. Él podría calmarlo, siendo su atrapasueños y otorgándole una noche en paz.

Aún temblando y casi hiperventilando, agarró su teléfono procurando que no cayera al igual que la bebida. Marcó el número del menor esperando de corazón que contestara aunque fueran cerca de las cuatro y media de la madrugada.

Solo una copa de Whisky | Yizhan 🔞 *Finalizada*Where stories live. Discover now