Treinta

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—… Entonces Susana me dice que yo la manipulé —él continuó, mirando hacia la sopa sin probarla. Parecía realmente dolido—, en ese momento me sentí la peor persona del mundo, sentí que era verdad cuando estoy casi seguro de que no la obligué a nada.

—¿La hubieses obligado? —él me miró confundido, yo aclaré:— A tener al bebé.

—No, claro que no, pero… era mío también ¿Sabes? A veces las mujeres salen embarazadas y van al padre de la criatura y dicen: ¡No me lo hice sola! Pero cuando no quieren tenerlo simplemente desechan la mera idea de tomar en cuenta a los padres y la mayoría de las personas las apoyan alegando a que es su cuerpo y no el mío.

Me quedé callada analizando todo lo que decía, y solo podía llegar a una conclusión: tenía razón.

—La sopa está deliciosa —terminé murmurando, sin querer admitir que me había equivocado en algunas ideologías que tenía.

—Lo sé.

No quería verlo desanimado, pero así había estado desde que me quiso contar la conversación que tuvo con Susana.
Al principio había estado feliz, sonreía mucho y me robaba besos cada dos minutos, pero cuando empezamos a hablar de Andrómeda, llegó el tema de Susana y él se sintió mal al empezar a recordar algo que no me había contado.

—Lucero encontró un lugar para nosotras —comenté sonriente, esperando contagiarle un poco de mi emoción— ¿A que no sabes quién le ayudó con los trámites?

Oliver me miró con los ojos entrecerrados.

—Por tu emoción puedo deducir que fue Sebas.

—¡Sí! —chillé— Ya los veo con tres hijos y dos perritos.

Oliver comenzó a comer sonriendo y me sentí bien al saber que se estaba distrayendo del tema Susana.

—Su shipp sería Lutián —comentó con una sonrisa divertida.

Me recordó a Lucero y su manía de Shippear.

—¿Lutián? ¡Suena como Lucian! Incluso podrían llamarle a su primer hijo de esa forma —alegué emocionada.

—El tuyo y el mío es Lauver, si le quitas la A y la U y la sustituyes por la O, sería Lover, eso significa que —se acercó e invadió mi espacio personal—… estamos destinados a estar juntos.

Empecé a carcajearme muy fuerte, llamando la atención de las personas sentadas en las otras mesas. Me tapé la boca e intenté controlarme.
Con los ojos llenos de lágrimas y las mejillas rojas, le miré con una sonrisa.

—Por Dios, las cosas que se te ocurren.

Él me miró serio y con una ceja alzada. ¿Cómo puede hacer eso?

—¿Crees que estoy bromeando? —inquirió.

—¿No estás bromeando? —negó— Ah, pues, si es así no me río.

Empecé a mover mi sopa sintiéndome súper incomoda.

—Ya basta —rio al ver mi rostro contrariado—, sí estaba bromeando, no pretendo asustarte.

—Vale —suspiré aliviada y señalé mi plato— ¿Quieres verdura?

Él miró mi plato y asintió, acercando el suyo para poder darle mis verduras.

—Si Andrómeda ve esto…

—Laura —una voz interrumpió.

Me quedé rígida en mi lugar y fingí no escuchar, a pesar de que Oliver estaba mirando sobre mi hombro esperando a ver qué pasaba.

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