XVI

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Irina intento moverse pero su madre no lo permitió, volviendo a acomodar las almohadas que la rodeaban. La chica estaba harta de estar en la misma posición hace casi una semana entera.
Sin embargo si se movía mucho corría el riesgo que la gran herida de su espalda pueda abrirse nuevamente luego de ser cocida y curada por el beta. Y dolía como un demonio como para arriesgarse.

Rodó sus ojos cuando su madre se dió la vuelta.

— Iré a ver si tu almuerzo está listo. Quédate aquí — señaló con su dedo índice a la adolescente quien asintió. — Enseguida regreso.

La mujer abandonó el cuarto dejándola completamente sola. Una vez que dejó de escuchar sus pasos Irina sacó las mantas que la tapan hasta la cintura con sumo cuidado y lo mismo hizo con las almohadas. En su rostro se reflejaba el dolor en cada movimiento que hacía pero estaba cansada de estar en la misma posición. Con mucho cuidado se puso de pie, sus delgadas piernas temblaron por lo acalambradas que estaban pero recuperó el equilibrio.

La joven camino pausadamente hasta llegar a la punta de la cama, dónde se sostuvo del borde para colocarse las pantuflas peludas y de color rosa con mucha paciencia. Se sacó su larga cabellera de los hombros dejándola caer en su espalda. Continuo caminando hasta el cuarto de baño que tenía dentro de la habitación. Llegó hasta el espejo que estaba colgado en la pared de marco de madera.
El pequeño cuarto estaba pintado de blanco de paredes lisas, piso con azulejos en tonos grises que hacían juego con la la cortina de la ducha, era moderadamente grande y espacioso con un lavamanos en el centro hecho de madera haciendo juego con el marco del espejo.

La adolescencia miro su reflejo en el espejo; piel pálida, labios resecos. Por la playera de tirantes que tenía puesta se notaban las heridas de sus brazos, se giró corriendo su cabeza para un lado y miró la gran venda que cubría gran parte de su espalda por la reciente herida.

Seguro le dejaría cicatriz.

Sin embargo no le importaba ya que todo había sido por una buena causa; ahora la familia estaba de nuevo completa, su tío y la novia de su primo estaban con ellos.

Irina lavo su rostro con agua fría antes de sacarse con una toalla de mano color salmón. Salió del baño y camino hasta la puerta de la habitación, la abrió y se aseguro de que su madre no viniera antes de salir.

Se dirigió hacía la izquierda, al lado contrario de las escaleras. Dobló una vez a la derecha y continuo su camino hasta llegar donde se suponía que su tío estaba. No iba a entrar sino que solo le quería preguntar al guardia que cuidaba la puerta como se encontraba pero cuando estaba por avanzar en su campo visual se interpuso alguien. Un alfa alto, varios años mayor que ella, de coleta de caballo y pelo castaño. Uno realmente apuesto.

Irina trago saliva cuando Liam se acercó a ella con una sonrisa en su rostro. El alfa se paró frente a la menor para saludarla.

— Hola, Iri ¿Cómo te sientes? — preguntó con simpatía el castaño sin borrar la sonrisa de su rostro.

La omega no mentiría si decía que en algún momento no se sintió atraída por Liam. Es que él era tan bueno, tan gentil y amable con todos... Y su aroma era simplemente magnífico; delicado pero a su vez fuerte. Sin embargo aunque se ponía nerviosa ante su presencia sabía que no tenía oportunidad con él ya que nunca se lo había visto con alguien y dudaba que Liam se fije en ella.

— Estoy bien, gracias por preguntar — respondió sonriendo de vuelta — ¿Y tú?

— También me encuentro bien. Acabo de venir de ver cómo está Lucifer.

— Yo me dirigía hacia allí ¿Cómo está él? Mamá me dijo que no quiere salir del cuarto... — miro al piso, apenada. Ella quería conocer y saber cómo era su tío.

Cittá Divisa: 𝕭𝖊𝖑𝖎𝖆𝖑 |Larry|Where stories live. Discover now