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Alma Fox

Llevaba horas en la silla, estaba con la boca amordazada, mis ojos vendados, mis piernas y manos atadas, sentía pasos a mí alrededor, si no me equivocó eran de hombre, pero también había una mujer —sentía su perfume cerca— los pasos aumentaron y se oyeron más personas.

— Quítenle la venda de los ojos. — oí una voz masculina ordenarle a alguien.

Sentí el perfume de hombre entrar por mis fosas nasales ante la cercanía de la persona, se quitó la venda de los ojos con delicadeza, abrí los ojos y los volví a cerrar para acostumbrarme a la luz del lugar.

— Bienvenida señorita Fox, quizás no me conozcas pero yo a ti sí. — dijo un hombre enfrente mío, su porte era elegante, vestía un traje de gala negro, en sus manos unos guantes del mismo color y sus ojos tapados por unos lentes de sol negro, su cabello castaño bien peinado.

» Me presento, Hades Black, a sus servicios. — se presentó estirando su mano hacia mí, lo miré incrédula por su acto.

Él soltó una risa melodiosa a mis oídos, era una risa conocida para mí, en mí corto tiempo de vida la había escuchado alguna vez, bajo su mano con una sonrisa divertida al ver mí expresión.

— ¿Le quitamos la mordaza?. — preguntó con delicadeza una voz femenina.

— Si por favor, Atenea, tenemos que ser gentiles con nuestra invitada. — contestó Hades.

— Mira no te conozco ni por figuritas, estaba en un asunto importante antes de que me secuestren. — exclamé cuando la chica quitó la mordaza.

— No lo veía tan importante, ahora hablemos de negocios. — dijo el hombre sentándose mejor para verme.

— ¿Qué quieres?. — pregunté viéndolo a los ojos a pesar de que él traía lentes.

— Sólo quiero información de una muerte. — dijo el hombre con tranquilidad, haciendo que frunciera el ceño confundida.

— ¿Qué muerte?. — pregunté con confusión.

— Afrodita Black. — al escuchar ese nombre me tense en la silla,él sonrió ante mí reacción.

[...]

Sentía como no llegaba el aire a mis pulmones, la misma sensación de hace un rato, se sacaron de un tirón de pelos hacia la superficie, tosi escupiendo el agua que tenía en la boca, empezando a recuperar el aire de forma desesperada, mi pecho subía y bajaba de forma desenfrenada.

— Vamos hermosa no quieres volver abajo de nuevo. — escuché la voz de la tal Atenea detrás mío mientras tiraba mí pelo hacia atrás para que la vea .

— ¡Que no lo sé, mierda!. — grité con furia, ella chasqueó la lengua antes de hablar.

— Eres leal, nos vendría falta gente como tu aquí, pero no buscamos gente. — dijo antes de volver a meter mí cabeza al agua.

Treinta segundos debajo de ahí, ya empezaba a quedarme sin fuerzas, ella me volvió a sacar, intentaba recuperar el aire mientras escupía agua.

— Dile a Hades que se pudra, jamás le diré algo de mí manada. — me expresé cuando pude recuperar el aliento.

— Sólo dime quién lo mató, ¿Quién mató a mí hija?. — preguntó con la voz rota

No conteste haciendo que se empiece a desesperar, no iba a mandar al frente a alguien de mí manada así de fácil.

— Alma, no quiero recurrir a otras formas para que hables. — dijo soltando mí pelo, me dio vuelta con la silla y sentándose frente a mí.

— Cuando logré salir de aquí te mataré, perra. — dije sonriéndole para escupirle la cara.

Ella con asco se limpió la cara antes de darme un golpe en la mejilla con el puño cerrado.

— ¡Zeus!, ¡Hefesto!, ¡Eros!. — gritó la mujer con fuerza.

Por la puerta tres chicos de mí edad o unos años más grandes entraron.

— ¿Qué son? El club de los dioses asesinos. — me burlé por sus nombres de dioses, sacando una risa de dos de ellos, quienes callaron por la mirada que les dio Atenea.

— Denle una despedida a nuestra invitada y dejenla dónde la encontramos. — dijo la femenina antes de irse de la habitación.

— Lo siento por esto, soy Eros por cierto. — dijo el que parecía ser el más pequeño de ellos antes de darme un golpe en el estómago haciendo que escupa un poco de sangre.

[...]

Me dolía hasta el alma, sentía como Eros me dejaba con delicadeza en el suelo.

— Enserio lo siento, pero mí familia… — dijo angustiado mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

— Sin rencores, tu y Zeus me cayeron bien, me han dado la paliza de mí vida —dije quitándole una risa al pequeño Eros— dile a Atenea que cuando la encuentre la mataré.

El puso una mueca antes de irse junto a sus hermanos, cuando los vi lejos marque al primer número que encontré en mis contactos.

— Ven por mí, todo ha salido de acuerdo al plan. — dije con poco voz.

Al cortar la llamada escuché pasos de personas en mí dirección, antes de caer en la oscuridad los escuché, nos distinguía que decían solo logré escuchar mí nombre salir de sus bocas.

Las Obsesiones De Alma Fox Where stories live. Discover now