Capítulo 5

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Di una vuelta sobre mí misma y acaricié la tela del vestido con la yema de los dedos. Abby me dijo que era de color azul cobalto, aunque yo lo hubiera definido simplemente como un azul oscuro.

Tenía que admitir que era más bonito de lo que me había parecido en las fotos. El tirante era grueso y el escote pronunciado. Sin duda el conjunto era una pieza de extrema elegancia. Era de corte largo, ceñido en la parte superior del tronco y con vuelo desde la cintura a los pies. 

La tonalidad combinaba con el maquillaje que cubría mi rostro. Abby quería asegurarse de que todo salía perfectamente y el gran día estaba a la vuelta de la esquina, por lo que había insistido en que hiciéramos una prueba de maquillaje antes de vestirnos.

—Te queda de muerte — susurró Summer a mis espaldas, vistiendo exactamente la misma prenda

Suspiré y mis ojos regresaron a la parte superior del vestido. Siempre me había acomplejado la anchura de mis brazos, y los tirantes en cuestión resaltaban ese atributo.

Al alzar la mirada, busqué el cuerpo de Summer de forma inconsciente. Su constitución era muy diferente a la mía; era más menuda, más delgada. Yo, por otro lado, era más alta, tenía más caderas y los pechos más voluminosos.

—Para— espetó Marina, irrumpiendo en el vestidor y lanzándome una mirada reprobatoria.

Se había recogido la media melena pelirroja en un moño bajo. Era la primera vez que se lo dejaba lo suficientemente largo como para poder hacerse peinados de ese tipo; al menos, que yo recordara. A ella, el vestido también le quedaba como un guante. Era más alta que Summer, pero de constitución fina.

—¿Qué se supone que tiene que dejar de hacer? — intervino Penelope, descorriendo la cortina y asomando la cabeza.

Su tipo era bastante parecido al mío. Sin embargo, ella estaba preciosa; la prenda se adaptaba perfectamente a su figura.

—Mirarse los brazos— le respondió Marina.

Entonces, la rubia entró en el vestidor y me miró de arriba abajo, entrecerrando los ojos mientras lo hacía.

—¿Qué les pasa a tus brazos?

Le lancé una mirada acusadora a Marina antes de contestar. Odiaba ser el centro de atención por ese motivo. Esa era mi mayor inseguridad y el motivo por el cual no solía llevar camisetas de tirantes

—Son anchos — me limité a contestar, encogiéndome de hombros y evitando el contacto visual.

—No creo que lo sean — rebatió, mirándome con ternura y posando una mano en uno de mis hombros —. Pero si lo fueran, no pasaría nada. Estás radiante.

Una tercera persona se asomó en el vestidor. Era Vicky, la hermana menor de Abby. Había llegado hacía un par de horas a la ciudad. A ella, el vestido también le quedaba como un guante. Resaltaba el azul de sus pupilas. A diferencia de Abby, su melena poseía un bonito color castaño.

—La novia ya está vestida — masculló en tono contenido. Tenía los ojos brillantes por la emoción del momento y una copa de champán entre las manos.

Salimos del vestidor y ocupamos el sofá en forma de ele que había en el centro de la estancia. Había una tarima de madera justo enfrente y una botella de champán sobre la mesa. Refuté al dependiente cuando me ofreció una copa.

—¡Queremos ver a la novia! — exclamó una muy animada Penelope, luciendo su habitual carácter desenfadado.

—¿Estáis listas? — chilló la aludida como respuesta.

—¡Sal de una vez!

No ignoró mi petición y descorrió las cortinas tras las que se había ocultado hasta ese momento. Dio los primeros pasos con la mirada gacha, procurando no pisar la cola del vestido. La dependienta que la acompañaba sujetó el extremo de dicha parte y la animó a seguir para adelante. Contuve el aliento. Era sin duda la novia más elegante, sofisticada y hermosa que había visto en la vida. 

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora