Extra 1

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16 de julio del 2023

Salí de la ducha enfundada en una toalla y me dirigí al vestidor. Me deshice de ella y la dejé a los pies de la cama.

Ben seguía bajo las sábanas. Tenía los ojos cerrados, pero estaba despierto. Ese hecho se vio contrastado cuando los abrió para fijar su atención en mi desnudez.

— Buenos días — dije mientras rebuscaba en el cajón de la ropa interior.

— Buenos días, cariño — bostezó con voz de dormido —. ¿Qué haces despierta tan temprano? — prosiguió mientras se desperezaba fregándose los ojos con el dorso de la mano —. Es domingo.

Eché un vistazo a la hora desde el móvil. Tan solo eran las ocho de la mañana, pero me apetecía desayunar temprano e ir a dar una vuelta por el parque. Hacía muy buen día e intentaba hacerlo todos los años. Era agridulce. El recuerdo de Carlos siempre me acompañaba. Aun así, con el tiempo había decidido que no dejaría de celebrar la vida.

— Voy a salir a desayunar fuera— mascullé con recelo —. ¿Te vienes?

Tras bostezar de nuevo, se tapó la cara con la almohada.

Tragué saliva e intenté controlar la decepción y el enojo, mantener las emociones a raya y no perder los papeles de buena mañana. Era mi día y nada ni nadie iba a estropearlo. Era imposible que él lo hubiera olvidado, ¿verdad?

— Vuelve a la cama un ratito más — lo escuché mascullar.

Me puse el sujetador con incredulidad y sin mirarle. No lo escuché levantarse. Tampoco lo noté cerca cuando caminó hacia mí. Sentí sus manos en mis caderas y mis pies se despegaron del suelo. Solté un alarido y lo golpeé en el brazo. Me dejó sobre la cama y se colocó entre mis piernas, recargando su peso sobre los brazos a ambos lados de mi cabeza. Le lancé una mirada airada y me mordí la lengua para no comenzar a despotricar.

— ¿Qué haces?

La pregunta resonó en la habitación y él me dedicó una sonrisa traviesa.

— Darte un adelante de tu regalo —. Sus ojos brillaron con perspicacia antes de que una de sus manos se hiciera con el control de mi mandíbula. Cubrió mi boca con la suya y capturó mi labio inferior. Jugó unos segundos con él antes de dejarlo ir —. Felicidades, cumpleañera.

Un agradable hormigueo comenzó en mi estómago y se extendió por todo mi cuerpo cuando comprendí que no lo había olvidado. Esa vez fui yo la que capturó su boca, interrumpiendo en el acto esa sonrisa presumida que tanto me gustaba.

La danza de nuestras lenguas comenzó y proferí un pequeño gemido cuando frotó su creciente erección contra mi sexo.

— Creí que lo habías olvidado — confesé.

Sus labios descendieron por mi garganta y hundí los dedos en su pelo. Apartó para abajo la copa de mi sujetador y su boca se hizo con uno de mis pechos mientras amasaba el otro con la mano.

— Jamás — musitó antes de lamerme un pezón. Mantuvo el contacto visual mientras lo hacía. Me supo a gloria detectar el deseo en el reflejo de sus pupilas. La humedad se evidenció entre mis piernas —. Para siempre — añadió en un susurro.

Se me aceleró el pulso y disfruté de la felicidad que me proporcionaban sus palabras. Ben era mi puerto seguro, mi hogar.

— Me gusta — convine mientras tiraba de él para arriba y lo volvía a besar sin tapujos.

Nos deshicimos la ropa interior y se tendió sobre mí. Sentí el contacto de su sexo en mi entrada y me aferré con la boca a su hombro, mordiéndolo en el proceso. Hacía unas semanas que habíamos dejado de utilizar protección. Ambos habíamos decidido que nos apetecía dar ese paso. No buscábamos nada de forma obsesiva, pero tampoco hacíamos nada para evitar que sucediera.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora