Capítulo 20

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Cerré la puerta del camerino y me apoyé contra su superficie. La melodía de la canción seguía resonando al otro lado, al igual que su voz, llenado mi mente de recuerdos. Apreté los labios y logré bloquearlos, pero el nudo en mi garganta no se deshizo, las lágrimas en mis ojos no se diluyeron.

Tras coger aire, me acerqué a uno de los tocadores y me quité la mascarilla para ver mi reflejo en el espejo. Tenía las pupilas brillantes y las mejillas sonrojadas. Cogí un pañuelo, me limpié los restos de maquillaje de la cara y me soné la nariz. A continuación, me volví a pintar los labios.

Miré la hora en mi móvil. El concierto estaba a punto de acabar. Tenía que salir de allí y actuar como la profesional que era, dejar los sentimientos a un lado.

Sin darle más vueltas, abrí la puerta e irrumpí en el pasillo. La figura de Jake entró en mi campo visual. Se paró en seco cuando me vio. Llevaba unos auriculares grandes colgando del cuello y un walkie talkie en la mano.

— Hola —. me dijo sin parpadear, y una sonrisa involuntaria se apoderó de mi rostro. Su walkie talkie emitió un sonido, pero él lo ignoró y dio un paso en mi dirección —. ¿Preparada para descubrir Colonia conmigo?

—Creí que íbamos a tomar una cerveza.

Chasqueó la lengua y apoyó una mano en mi hombro. El caramelo fundido de sus ojos me produjo mariposas en el estómago.

— Me he tomado la libertad de preparar un pequeño tour.

El aparato volvió a zumbar entre sus manos.

—Creo que te están buscando.

—Lo sé — masculló, escrutando mis facciones sin disimulo —. Será mejor que vaya para allá —. Alzó la mano y la pasó por mi pelo con lentitud. Lo hizo como si aquel gesto fuera lo más natural del mundo, contemplándome como si yo fuera lo más fascinante que había visto en mucho tiempo —. Nos vemos en un rato.

Sin decir nada más, siguió caminando con paso firme en dirección al escenario. Seguí su cuerpo atlético con la mirada, estudiando sin disimulo la anchura de su espalda, la forma de sus brazos a través de la camiseta que llevaba, la manera en la que los pantalones se ceñían a su trasero.

—Pervertida — masculló alguien justo detrás de mí.

Me sobresalté y me giré de inmediato.

—Abby — dije con asombro. Llevaba a Emma entre los brazos —. No te he escuchado llegar.

—No me extraña—. Alzó las cejas y frunció los labios para disimular la sonrisa socarrona que presidía su rostro. Sin dejar de mirarme, le cubrió las orejas a su hija —. ¿Has quedado con Jake esta noche?

Asentí y rodé los ojos cuando soltó un alarido de emoción. Reconocí los acordes finales de la última canción de la noche sonando a lo lejos.

—¿Por qué le tapas los oídos? — pregunté señalando a Emma con la barbilla, con la clara intención de cambiar de tema —. Está completamente dormida.

—Prefiero que no escuche la conversación. A fin de cuentas, hoy podría ser la noche— exclamó —. ¿Cuánto hace que no echas un buen polvo?

Sentí como la sangre me subía a la cara y entreabrí los labios en busca de una respuesta ingeniosa, pero no logré dar con ella. La verdad era que hacía bastante. Supongo que la situación en general había dificultado que se diera la oportunidad.

Sentí el peso de un brazo sobre mis hombros y la tensión se apoderó de las terminaciones nerviosas de mi sistema. Marc me recibió con socarronería cuando lo enfrenté. Parecía estar pletórico tras el concierto. Aquello era una buena señal.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora